Un tenia set anys quan un vespre,
i anant cap a Vila-rodona amb el cotxe familiar, vam veure ascendir un gran
projectil que va petar al mig de cel des del nord-oest. Els colors vermells i taronges que va escampar
durant hores per tot el cel encara són fets que no han quedat aclarits. Per a nosaltres,
amb més vilatans, va ser tema de conversa durant hores aquell vespre del 12 de
juny de 1974. Després de sopar, i des del carrer encara no edificat passat el
portal del Parera, vam estar bocabadats davant aquell cel ple de giravoltes
roges i vermelles.
La versió oficial encara no
encaixa amb els fets. Us en deixo opinions i escrits al respecte. Van haver-hi
més avistaments des d’altres punts peninsulars i amb dates diferents. Aquí us
en deixo algunes ressenyes més. No foren OVNIs, sols experiments estatals en
èpoques que les coses no es podien contrastar com ara.
22 de noviembre de 1974: pánico en Madeira (y un poco
en Canarias)
Por Colaborador Invitado, el 21
noviembre, 2014. Categoría(s): Alerta Magufo
Este artículo
trata de ovnis. Bueno, de ovnis que no fueron ovnis, sino misiles lanzados
desde submarinos, aunque suene raro, así que no voy a molestar al lector con
peroratas de extraterrestres ni a reclamar su apertura mental, todo con tal de
que usted pique un anzuelo, se asombre, compre mi producto y, como
consecuencia, me pague una cena gracias a su credulidad.
No, este
artículo no pertenece al mundo del misterio, ni del más allá, ni a los
fenómenos de frontera, ni será catalogado como enigma insólito, ni cualquier
otra expresión vacía de las usadas por el lamentable periodismo del misterio
nacional (el de hace décadas y el actual), que es ese colectivo que recibe
alabanzas por su inutilidad e incompetencia a la hora de explicar los
supuestos misterios de que se ocupa. Versa este artículo, concretamente, de
unos espectaculares “ovnis” vistos desde Canarias y Madeira el 22 de noviembre
de 1974, el primero de una familia de episodios con una misma causa.
En los años
70 se observaron desde Canarias, la costa africana e incluso la mitad sur de la
Península Ibérica en algunos casos, una serie de fenómenos que tuvieron su
origen en el lanzamiento de misiles balísticos Poseidón de la Armada
norteamericana. Los lanzamientos, con fecha 22/11/74, 22/6/76, 19/11/76,
24/3/77 y 5/3/79, se produjeron a centenares de kilómetros al oeste de Canarias
y los espectaculares fenómenos luminosos a que dieron lugar ocurrieron a
decenas de kilómetros de altura, al reflejar la luz solar los gases expandidos
que emitían los misiles. Centenares de testigos en cada isla interpretaron cada
suceso como pudieron, ya que nadie, aparentemente, sabía qué estaba realmente
contemplando.
Las
observaciones desde Canarias
Del primero
de estos casos, 22/11/74, se cumplen hoy 40 años. Desde Madeira fue, además,
fotografiado. Como ocurrió en este tipo de casos, la prensa local publicó
numerosos testimonios aunque normalmente sin interrelacionarlos, a pesar de
coincidir fechas y horas. De esta manera, daba la impresión de que fueron
múltiples los fenómenos observados. No debemos exigir a la prensa que se
preocupara de analizar cuidadosamente el conjunto de testimonios hasta
comprobar que se trataba en realidad de una única observación de la que hubo
innumerables testigos, ya que su misión, en primera instancia, era ofrecer la
información en bruto. En cambio, sí era obligación de quienes se presentaban
como “investigadores” o “expertos” -en ovnis y en cualquier cosa que sonara a
raro- realizar un análisis de la información y tratar de hallar un escenario en
el que encajar las numerosas declaraciones; pero, al contrario, los voceros de
lo oculto agrandaban las imperfecciones y fomentaban el aparente misterio.
Veamos, por tanto, cómo reflejó la prensa canaria la sorprendente visión. La
tarde del 22 de noviembre de 1974 anocheció en Canarias a las 18:11 horas.
Alrededor de las 19:30 los canarios empezaron a divisar un sorprendente y
grandioso fenómeno luminoso al oeste.
El Día, en su
edición del día 23, hacía referencia en primer lugar a las observaciones
recogidas en La Palma. Los vecinos de Fuencaliente “apreciaron alrededor de las
siete y quince un gran círculo plateado en el cielo, del que se alzaba un
objeto de forma triangular y de color rojizo, que dejaba tras de sí unos
chorros parecidos, pero no iguales, a los que dejan los aviones a reacción”. En
Los Llanos de Aridane observaron “como una especie de cuatro bengalas que
subían y estallaban en el aire, produciendo un gran cerco luminoso”. También
desde Bajamar y Punta del Hidalgo, en Tenerife, fue divisado el fenómeno, que
apareció como un fuerte resplandor sobre la isla de La Palma, similar a una
explosión que se repitió tres veces.
El
vespertino La Tarde se refiere también el 23 a las observaciones
desde El Hierro: tres objetos luminosos que se les vio aparecer en el horizonte
marino con intervalos de dos minutos y “adentrarse luego en la tierra, a una
altura que no parecía ser excesiva”. El Eco de Canarias llega a decir
el día 24 que “se detuvieron unos instantes” y que “Al llegar a este punto del
cielo [sobre El Pinar] no siguieron la trayectoria más o menos horizontal que
traían sino que se elevaron verticalmente hasta perderse de vista”.
El Eco de Canarias, 23-11-1974
Finaliza la
noticia del 23 en La Tarde refiriéndose a José Miguel Hernández
Cabrera, que se encontraba en El Pinar, al sur de la isla herreña. Al parecer,
tuvo la oportunidad de realizar 16 fotografías del fenómeno. En 1992, gracias a
un anuncio que inserté en la prensa local, pude localizar a esta persona.
Desgraciadamente, no conservaba las fotos: el autor envió la película
fotográfica a Tenerife para que la revelasen -no había estudios en la isla
herreña aquel año- pero fue destruida ya que no se apreciaba nada,
probablemente debido a su mala calidad.
La Provincia del
día 24 se hizo eco de un testimonio procedente de Lanzarote, según el cual
vieron en el firmamento, a la altura de la montaña Mina, “un extraño objeto
luminoso que lanzaba destellos intensamente resplandecientes, con una pequeña
esfera roja en su interior”. Desde San Bartolomé sus habitantes lo contemplaban con
cierto pánico. Desde Tetir, en Fuerteventura, observaron “tres objetos
luminosos que parecían estáticos hasta que por fin se juntaron”. Y desde cerca
de la costa africana (La Provincia, 1-12-1974) un grupo de cinco barcos
sardineros tripulados por cien pescadores también contempló las evoluciones del
sorprendente espectáculo luminoso.
Las
impresiones desde La Gomera son especialmente interesantes:
… se trataba
de un resplandor a modo de cilindro, de un rojo vivo, que ascendía a gran
velocidad para luego distenderse en forma circular y posteriormente emitir una
luz amarilla o naranja de gran intensidad que abarcaba una gran extensión en el
cielo; seguidamente se quedaba una nube vaporosa y, antes de extinguirse ésta,
volvía a repetirse el fenómeno con la reaparición del resplandor rojo (El Día,
24-11-1974).
Según
los aterrados marineros que estaban faenando en la pesca del calamar
–como indica el periódico- no podía tratarse de bengalas porque no pueden
producir semejante fulgor. Desde tierra pensaron que algún volcán de La Palma
había vuelto a entrar en erupción (en 1971 había estado activo el Teneguía).
Se trató, por
tanto, de un fenómeno que se repitió aparentemente tres veces, muy espectacular
y que fue contemplado simultáneamente desde todo el archipiélago canario, e
incluso desde el brazo de mar existente entre Lanzarote y la costa africana.
Las diversas horas indicadas no son más que reflejo de la escasa exactitud de
los testigos al referirse a este detalle, más ante un fenómeno que no fue
instantáneo, sino que sus efectos se prolongaron durante largos minutos.
Los
pescadores del Nuevo digno del querer
Una última
colección de testimonios apareció en la prensa el 12 de diciembre. Incluía una
errata en la fecha que, durante un tiempo, llevó a los interesados a
catalogarlo como otro suceso más del mismo tipo. Fue el desaparecido
vespertino La Tarde el que publicó la observación del patrón y
marineros del Nuevo digno del querer, que se hallaba, supuestamente el día
28 de noviembre, frente a las Islas Salvajes, pequeñas islas deshabitadas
situadas al norte de Canarias. Cerca se encontraban otros pesqueros pero se
desconoce si sus tripulaciones observaron algo. Eran las 20:00 horas
aproximadamente cuando algunos pescadores llamaron al patrón porque habían
visto una luz extraña. En palabras del patrón, Antonio Tavío Peña, era una
especie de disco luminoso cerrado en la parte inferior con forma de abanico, con
un punto luminoso en el centro, del que salían arcos concéntricos de luz de
diferentes colores y que abarcaban todos los del arco iris.
Antonio
Tavío, en el centro, y sus compañeros de faena entrevistados en 1974
por Maisa Vidal, periodista de La Tarde
El centro
podría compararse con el que presenta una estrella muy luminosa y de gran
tamaño. Al parecer, de este punto luminoso “emergió un tubo de luz que cambiaba
de color (blanco, azul, rojizo) que a gran velocidad se acercaba al barco;
mientras se acercaba emitía un ruido muy fuerte parecido al de potentes
turbinas. Retrocedió y se escuchó un estallido como de mortero de artillería.
Se repitió dos veces más, durando toda la observación una media hora. Uno de
los pescadores intentó tirarse por la borda debido a la gran impresión que
le causó la visión, pero fue retenido por sus compañeros.
Antonio Tavío, en abril de 1994 (Foto R. Campo)
Los
tripulantes del pesquero realizaron declaraciones similares, coincidiendo en un
significativo detalle: el parecido del fenómeno con el lanzamiento de algún
tipo de cohete: “Y era lanzado hacia arriba exactamente igual que los cohetes
americanos o rusos que tan acostumbrados estamos por la televisión a ver
lanzar”; “Lo que vi fue una especie de cohete con un cerco, por tres veces”.
“El segundo cohete lo vi clarito, flotando sobre nosotros”; “Me tiré al suelo
y, cuando ya se iba, me levanté y vi cómo se levantaba, como los foguetes de la
tele, dejando un chorro de fuego y haciendo ruido como cuando explota algo” (La
Tarde, 12-12-1974).
En abril de
1994 tuve la oportunidad de conversar con el mencionado patrón del pesquero,
que puede ser considerado testigo principal ya que aportó una descripción más
amplia y detallada de lo observado, confirmando lo visto hacía veinte años:
El fenómeno en
sí era como un torpedo de estos o mortero, como si lanzaran un proyectil; se
oía, además, y luego el ruido típico de superar la barrera del sonido.
Dibujo
esquemático realizado por Antonio Tavío de su observación para el CEI de
Barcelona
Pensaba que
el acercamiento del tubo de luz pudo ser una apreciación subjetiva:
Como aquello
estaba tan alto pues podía haber sido provocado por la reflexión del Sol en el
objeto.
Esta
impresión de Tavío sobre el “tubo de luz que cambiaba de color (blanco, azul,
rojizo) que a gran velocidad se acercaba al barco” recuerda a algunos
testimonios del “ovni de Minsk”, el 7 de septiembre de 1984, cuando la
tripulación de un avión que volaba sobre la citada ciudad bielorrusa observaron
un brillante objeto frente a ellos, ligeramente a la derecha. Cambió de forma,
enfocó hacia ellos y hacia el suelo con una especie de reflectores y envolvió
la nave con un misterioso rayo de luz. El fenómeno fue observado también desde
Suecia y a falta de confirmación oficial, se trató de un lanzamiento
desde un submarino
soviético en el mar de Barents.
Una
importante puntualización permite subsumir este caso en el ocurrido seis días
antes, como un testimonio más. La razón reside en que en la referencia
periodística de este suceso, La Tarde, 12-12-1974, el testigo cita que la
Luna estaba en cuarto creciente. Pero, como me advirtió Manuel Borraz en su
análisis del suceso, el día 28 la Luna mostraba el 99% del disco iluminado,
prácticamente Luna llena. Por tanto, o el testigo se equivocó en su apreciación
o la fecha asignada a la observación es errónea.En este segundo caso, que
creemos el más probable, el suceso habría tenido lugar el día 22,fecha en que
la Luna sí se encontraba en cuarto creciente.
Ante su
propia comprobación se pregunta Borraz: “¿No se tratará de un nuevo testimonio
del fenómeno del día 22/11/74, figurando una fecha errónea y un horario sólo
aproximado?” (comunicación personal, enero 1995). Existe un desfase de media
hora entre los testimonios del día 22 y el que consideramos, probablemente
debido a los numerosos testimonios, a la duración del fenómeno y a los diversos
horarios aportados del primero. El citado dato astronómico nos permitió
integrar la observación colectiva del pesquero entre las ocurridas el 22 de
noviembre.
El único dato
anómalo en esta observación es la percepción de ruidos por parte de los
tripulantes del barco pesquero. Sin duda, esos ruidos en forma de “turbinas muy
fuertes” o “mortero de artillería” no podían proceder de los lejanos
lanzamientos. ¿Pudo tratarse de sonidos procedentes de alguno de los otros
barcos pesqueros que había en la zona asociados erróneamente al fenómeno
divisado en la lejanía? No parece un efecto tan subjetivo como los que se puede
encontrar en otros sucesos semejantes[1]. No obstante, uno de los tripulantes
le comentó al patrón, yendo hacia Lanzarote, “si había visto las antenas y las
ventanillas” (sic), que es una interpretación muy subjetiva influida por la
imagen habitual de las naves espaciales o antiguos satélites divulgada por los
medios de comunicación. No es la única ocasión en que tales testimonios han
sido comunicados con motivo de la observación de fenómenos naturales como las
grandes estrellas fugaces o los bólidos[2].
Además, no
hubo ni un solo testimonio, de los muchos que aparecen en la presa canaria y
madeirense, que informara sobre la percepción de esas detonaciones. ¿Cómo es
posible que se escuchara algún sonido de un fenómeno situado a centenares de
kilómetros de distancia? No parece lógico pensar que el barco pesquero se
hallara mucho más cerca del punto de lanzamiento, puesto que había fondeado muy
cerca de las Salvajes, a 165 kilómetros al norte de Canarias.
¿Pudo deberse
el sonido a un despliegue pirotécnico? No desde tierra, pues ya he mencionado
que las Salvajes son islas deshabitadas y se encontraban muy lejos de Canarias
para escuchar voladores; ¿desde alguno de los barcos que se encontraban
faenando en las cercanías? No tiene mucho sentido, a no ser que los pescadores
estuviesen de celebración… ¿Alguna experiencia similar a la que se estaba
observando desde tierra pero mucho más cercana al pesquero, lo suficiente como
para percibir sonidos? No parece probable que alguno de los cuatro lanzamientos
balísticos de aquella jornada –fueron divisados tres- tuviera lugar de una zona
de pesca habitual y cerca de unas islas, aunque desiertas.
Manuel
Borraz, tratando de interpretar cómo pudieron escuchar entonces los sonidos que
mencionaron, me comentó que tal vez la distancia a la que se realizaban las
pruebas no fuese tan elevada y unas especiales condiciones atmosféricas
hubieran permitido la transmisión de sonidos lejanos y potentes. Otra
posibilidad es que las evoluciones de estos cohetes se produjeran en dos fases:
– Una
primera, próxima, en la que fueran observados exclusivamente a causa de su luz
propia (sistema de propulsión), más percepción de ruidos.
– Una segunda
fase, a gran altura, con efectos luminosos más espectaculares, donde la luz
solar sí habría jugado algún papel, ya sin ruidos (comunicación personal enero
1995).
Desde mi
punto de vista, como ésta fue la única ocasión en que, en los cinco sucesos
observados desde Canarias y cercanías, se informó de este detalle (con docenas
de testigos identificados y miles potenciales), pienso que, sin descartar
completamente otras posibilidades, se trató de un efecto psicológico sonoro
asociado a la espectacular visión que tenían la oportunidad de contemplar en
alta mar de noche un grupo de, por momentos, aterrorizados pescadores que jamás
habían visto algo similar.
Las
observaciones desde Madeira
Desde el
archipiélago de Madeira, situado a unos 400 Kms. al norte de Canarias, también
observaron el triple fenómeno aquel anochecer. Y la impresión causada entre los
testigos fue, según cuenta la prensa local, aún mayor que en el caso canario.
El Jornal de Noticias del día siguiente apuntaba como hipótesis más
probable que se hubiese tratado de cohetes o misiles lanzados por buques de
guerra en maniobras, pero fue el miedo ante lo desconocido lo que resaltó el
diario:
“¡El mundo se
va a terminar!”, exclamaron algunos, según el Jornal de Notícias el
día 23. Gente de muchas poblaciones de las zonas rurales de Madeira empezó a
juntarse alrededor de las iglesias, pidiendo confesión y amparo divino.
Verdadero
pánico se creó en determinadas zonas de la isla, cuando, ya de noche el cielo
madeirense se llenó por tres veces de vivísimos e inexplicables clarones que
salían del mar. Pusiéronse rosarios al pecho, se encendieron lamparillas,
los hijos se agarraron a sus madres”. Además, hubo escenas indescriptibles
de pánico, con frecuentes desmayos.
A pesar del
terror originado, la prensa de Madeira parecía estar mejor informada que la de
Canarias, ya que el Jornal comenta a continuación que:
La hipótesis
que se admitió como probable fue la de que se tratase de cohetes o misiles por
buques de guerra en maniobras.
El Diário
de Notícias del día 23 presenta una descripción del caso semejante a las
ya consignadas más arriba, con “el interés de numerosos testigos que siguieron
el suceso hasta el final con gran interés e intriga”, e indica igualmente que
llegó a pensarse como explicación de lo visto en ejercicios navales, “hipótesis
rechazada después de una consulta a la autoridad marítima”. Como es de suponer,
la autoridad marítima de Madeira no tenía por qué saber la auténtica causa del
fenómeno.
Pero, por
encima de cualquier testimonio, ya fuera canario o madeirense, destacan las
instantáneas realizadas por periodistas del Diário de Notícias,
reproducidas en las ediciones de día 23 y 24:
Diário de Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974Diário de Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974
El día 24
este diario insiste en la posibilidad de que el fenómeno hubiese sido provocado
por el lanzamiento de misiles: “Provável explicação do fenómeno”, e incluye una
foto a pie de página que remite a la página 11 de esa edición:
Diário de Noticias (Madeira), 24-11-1974
Las imágenes
tienen escasa calidad pero la suficiente como para comprobar que se trata de un
fenómeno con gran parecido con las típicas campanas gaseosas en expansión y
estadios previos y posteriores que provocan los lanzamientos de misiles en la
lejanía (véase el apéndice a este artículo). No fue posible, a pesar de
diversas gestiones, localizar a los periodistas madeirenses que captaron estas
imágenes.
En dicha
página se informa de que:
Todo lleva a
creer que el “extraño fenómeno” ocurrido en el cielo de Madeira fue el
resultado de lanzamientos de misiles balísticos efectuados a bordo del Henri
Poincaré.
Gracias a las
averiguaciones de V. J. Ballester Olmos en 1999, no fue el buque Henri
Poincaré el responsable de los lanzamientos, que estuvo en los días previos
en el puerto de Madeira (también hubo otros buques científicos en los puertos
canarios en las jornadas previas, como los soviéticos Musson y Professor
Viese y el norteamericano USS Dutton), sino el submarino de la
USN SSBN 658 Mariano G. Vallejo (Ballester y Campo, 2001, p.).
La
explicación del triple fenómeno
Desde que a
finales de los años 80 Manuel Borraz examinó la información existente de este
caso la “hipótesis misil” cobró fuerza. La observación de grandes bolas
luminosas en expansión, con diversos colores y extrañas dinámicas como
aparentes acercamientos, detenciones, cambios de forma, giros, aceleraciones,
etc. es habitual en las descripciones de los lanzamientos de misiles desde
bases terrestres y submarinos, y en realidad se trata de gases de combustión
afectados por los vientos a diferentes alturas, las variaciones en la
temperatura y los juegos que la luz solar causa al reflejarse casi como en un
espejo en esas sustancias de desecho dilatadas. Son divisados por multitud de
testigos en la lejanía, a centenares de kilómetros, en particular cuando los lanzamientos
se producen en horas crepusculares o nocturnas.
En el caso
22/11/74 los testimonios proceden de Canarias, Madeira y un barco pesquero
localizado a medio camino, cerca de las Salvajes, y se refieren al fenómeno
situándolo al oeste de sus respectivos puntos de observación. En su ensayo de
1992 Los gigantes de Gáldar y los avistamientos canarios, Borraz establece
que el fenómeno debía encontrarse en su última fase a unos 244 Km. de altura
mínima y a unos 1.735 de distancia de los observadores en el caso de que su
altura angular hubiese sido 0º (Borraz, 1992: 51), aunque no parece ser este el
caso ya que, como se puede apreciar en el esquema de la observación
anteriormente reproducido, el patrón del pesquero dibujó el espectáculo
luminoso con cierta elevación sobre el horizonte; por tanto, esta distancia
mínima sería menor. En el caso extremo esta distancia habría sido nula,
encontrándose el fenómeno justo en la vertical del barco, pero, en cualquier
caso, siempre se habría hallado a una altura mínima (y por tanto también
distancia mínima) de 244 kilómetros para que pudiera ser iluminado por el Sol,
que, en aquellos momentos, -20:30 aproximadamente según la hora inicial
indicada por Tavío- formaba un ángulo de 31,2º de depresión bajo el horizonte,
suponiendo que se encontraban en las coordenadas 30º N y 15,75º O.
En 1999 V. J.
Ballester Olmos consultó con el experto Jonathan McDowell (Harvard-Smithsonian
Center for Astrophysics) las cinco fechas de probables ejercicios balísticos
observados desde Canarias, encontrando que las cinco coincidían con
lanzamientos de misiles Poseidón al oeste de Canarias. En algunos de los casos,
como es lógico, la hora de los lanzamientos y la de los fenómenos observados
desde Canarias coincide al minuto, aunque en el suceso que nos ocupa este dato
está ausente en la tabla de los lanzamientos de aquel día que facilitó
McDowell; pero sí figura el día:
Las columnas indican: 1: numeral de lanzamiento; 2: la fecha en calendario
juliano; 3: fecha en calendario gregoriano; 4: hora GMT (no consignada en este
caso); 5: tipo de misil; 6: plataforma de lanzamiento (submarino); 7: entidad
responsable del lanzamiento, United States Navy (Ballester y Campo,
2001: 204).
Quedó así
cerrada la polémica, ficticia y sensacionalista la mayor parte de las ocasiones
como suele ser habitual en la ufología comercial y platillista, en torno a la
obvia naturaleza artificial tanto de este suceso como de los otros cuatro
similares observados desde el archipiélago canario (y, al menos, en esta
primera ocasión, desde Madeira). Su espectacularidad, su duración, en torno a
media hora, la ausencia de luz a nivel de tierra, la reflexión de la luz solar
a gran altura en los gases expulsados por los cohetes, el desconocimiento por
parte de la población (que llevó a informar a los testigos de horas dispares
debido a la duración de fenómeno y, en algunos casos, detectar inverosímiles
cabriolas, paradas y cambios de dirección, presencia de humanoides, etc.) y la
aparición en la prensa y en medios especializados de noticias que alimentaban
el misterio contribuyeron a convertir estos casos en paradigma de los “misterios
de Canarias”.
Este artículo
nos lo envía Ricardo Campo,
Doctor en Filosofia en la Universidad de La Laguna y autor de libros como “Los OVNIs vaya
timo“, Luces en los cielos. Todo lo que siempre quiso saber
sobre los ovnis. En la actualidad mantiene el blog mihteriohdelasiensa.
Apéndice:
Son numerosas
las ocasiones en todo el mundo en que los lanzamientos balísticos tanto desde
submarinos en alta mar como desde bases aéreas en tierra han producido
espectáculos luminosos en la atmósfera que han sido tomados por extrañas apariciones
o directamente ovnis, con la implicación semántica correspondiente en nuestra
cultura. En España, al margen de los cinco casos canarios citados, destacan los
de fecha:
– 12 junio
1974, observado desde diversas zonas de Cataluña (La Vanguardia Española Barcelona,
13-6-1974:
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1974/06/13/pagina-6/34248246/pdf.html?search=OVNI).
– 21 marzo
1989, observado desde el Mediterráneo Occidental y provocado por el lanzamiento
de un misil balístico S-3 desde el Centre Essais Landes
(http://serge.bertorello.free.fr/ovni/ovni.html).
En otras
partes del mundo, merecen la pena ser recordados episodios como:
– El ovni en
forma de medusa de Petrozavodsk (la capital de Carelia), el 20 de septiembre de
1977, en realidad subproducto del lanzamiento del satélite soviético Kosmos-955 desde
el cosmódromo de Plesetsk (http://debunker.com/texts/soviet.html;
http://www.jamesoberg.com/ufoosm-petrozavodsk.PDF;
http://www.escepticos.es/node/3488).
– El
misil Minuteman III observado el 19 de septiembre de 2002 desde Simi
Valley, California: http://youtu.be/_6Uibqf0vtA
– El
cohete Progress M-03M lanzado desde la estación espacial de Baykonur
el 14 de octubre de 2009. Unas bonitas fotografías pueden contemplarse en estos
enlaces:
http://www.energia.ru/rus/iss/iss21/progress-m-03m/im/photo_10-15-07.jpg
http://www.energia.ru/rus/iss/iss21/progress-m-03m/im/photo_10-15-08.jpg
http://www.energia.ru/rus/iss/iss21/progress-m-03m/im/photo_10-15-09.jpg
– Y el más
reciente: el lanzamiento fallido del cohete ruso Bulava observado
desde Escandinavia, el 9 de diciembre de 2009, que hizo correr ríos de tinta en
la prensa digital mundial: http://tinyurl.com/bulavaenglish
Notas:
[1] El más
popular fue el 22/6/76, cuando un médico de Gran Canaria interpretó un fenómeno
semejante a éste como si se tratara de una nave esférica de 30 metros de
diámetro dentro de la que se hallaban dos entidades antropomorfas de tres
metros de altura. Véase:
http://es.scribd.com/doc/225659885/La-verdad-sobre-el-caso-22-6-76-Islas-Canarias
[2] Véase
“Meteoros con ventanillas”. Manuel Borraz, 1990. Accesible en este enlace:
http://es.scribd.com/doc/67067923/Meteoros-con-ventanillas
Referencias:
El Día (Santa
Cruz de Tenerife), 23-11-1974, portada.
La Tarde (Santa
Cruz de Tenerife), 23-11-1974, portada.
El Eco de
Canarias (Las Palmas de Gran Canaria), 24-11-1974, p. 24.
El Día (Santa
Cruz de Tenerife), 24-11-1974, p. 8.
La Provincia (Las
Palmas de Gran Canaria), 24-11-1974, p. 22.
La Provincia (Las
Palmas de Gran Canaria), 1-12-1974, p. 20.
La Tarde (Santa
Cruz de Tenerife), 12-12-1974, p. 24.
Jornal de
Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974.
Diário de
Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974, portada y p. 3.
Diário de
Notícias (Funchal, Madeira), 24-11-1974, portada y p. 11.
Ballester
Olmos, V. J. y Campo, R. (2001). “¡Identificados! Los OVNIS de Canarias fueron
misiles Poseidón”. En: Revista de Aeronáutica y Astronáutica, 701, marzo,
pp. 200-207. Accesible en: http://tinyurl.com/meybrhu
Borraz,
Manuel (1992). Los gigantes de Gáldar y los avistamientos canarios. Monografía
1 Cuadernos de Ufología, Santander. Accesible con una introducción de R.
Campo para la versión digital en esta dirección: http://www.ikaros.org.es/galdar.pdf
Si tienes un
artículo interesante y quieres que lo publiquemos en Naukas como colaborador
invitado, puedes ponerte en
contacto con nosotros.
El complejo
«ovni de los Pirineos»
Aquella noche
-todavía no sé por qué- me asomé al balcón. Y quedé desconcertado. Allí, en
mitad del cielo, aparentemente sobre la ciudad de Bilbao, flotaba una serie de
estelas, «nubes» o manchas luminosas de proporciones gigantescas.
Eran las diez y media de la noche del 12 de junio de 1974.
Permanecí largo rato contemplando el hermoso e intrigante fenómeno. Y poco a
poco, aquellas formaciones luminosas fueron disipándose.
¿Qué había sucedido?
Mi primera deducción fue quizá la de casi todos aquellos que llegaron a
contemplarlo: «algo» había hecho explosión a gran altura... ¿Un satélite?
Esa
misma noche inicié las primeras averiguaciones. Los diferentes aeropuertos con
quienes consulté -Bilbao, Madrid y Zaragoza- no tenían noticia de siniestro
alguno en relación con aviones civiles o militares. Había que descartar, por
tanto, este tipo de aparatos. Mis posibles dudas en este sentido terminaron por
borrarse cuando, precisamente al llamar a los aeropuertos en cuestión, me
confirmaron que allí también se había visto -y se veía aún- el extraño «asunto»
de las estelas luminosas.
Teniendo en cuenta las distancias que separan Bilbao de Zaragoza y Madrid,
ningún «caza» o avión civil hubiera sido visto simultáneamente en los tres
puntos.
Ni el más
grande de los reactores actualmente en funcionamiento -el Jumbo-, con
sus 98 metros, hubiera podido ser visible a un mismo tiempo desde las tres
ciudades mencionadas. (Véase láminas en color, fotografías 43 y 44.)
> La
impresionante estela del "ovni de los Pirineos" desde Barcelona.
Obsérvese su poco parecido con la observada en Huesca y Vizcaya.
¿Un cohete
francés?
Pero,
conforme fui profundizando en las investigaciones, el problema se hizo más
difícil y apasionante.
Al día siguiente,
decenas de llamadas bloquearon la centralita del periódico donde trabajaba en
aquella época. Eran llamadas procedentes de todo el País Vasco, de Navarra,
Asturias, Valladolid, Santander y un largo etc. El asunto se complicaba...
Por otros
canales supe también que el fenómeno había sido visto y fotografiado desde
Cataluña y Baleares. ¡Y era exactamente el mismo que miles de ciudadanos habían
contemplado desde la zona donde yo residía...!
¿A qué altura se había registrado entonces? Y lo más intrigante: ¿de qué se
trataba exactamente?
Pero mi
desconcierto llegó a límites preocupantes cuando, guiado por una «corazonada»,
decidí llamar esa misma mañana a Galicia: ¡Allí también había sido visto!
Hice lo
propio con Andalucía y Canarias, pero en estas regiones los
resultados fueron negativos.
El tema quedaba centrado, en principio, a toda la zona norte de la Península
Ibérica, incluyendo el Centro, Aragón y buena parte de la costa de Levante.
Demasiados kilómetros, como puede comprobarse, como para pensar en la explosión
de un avión.
A
las pocas horas -y ante el revuelo producido por la noticia- «fuentes
oficiales» aseguraron que todo se debía a un cohete meteorológico francés. El citado
Servicio Meteorológico Francés -afirmaron- hizo explosionar un cohete
portasatélites, tipo Veronique, que al parecer había escapado al
control y se dirigía hacia el espacio aéreo español. Ante los posibles riesgos,
el cohete fue desintegrado en la atmósfera por un sistema de radio.
La hipótesis
no era mala. Al contrario. Y todos nos tranquilizamos. Aquel inevitable
pensamiento de un ovni que hubiera estallado a gran altura fue casi olvidado..
.
Ese mismo día
13, y en conversación telefónica con mi buen amigo Antonio Ribera, pionero
español en la investigación ovni, recibí nuevos datos sobre el fenómeno.
He aquí un
documento único, y que ofrezco en primicia, correspondiente a la primera fase
del fenómeno llamado "ovni de los Pirineos". Ésta y la siguiente
fotografía fueron tomadas por Pedro Moliner Pallarés, vecino de Huesca. Un
disco de gran luminosidad -que aparece en la cabeza de la estela- surgió en el
cielo. En primer plano, los árboles existentes en el lugar desde donde fueron
hechos las fotografías, en la mencionada ciudad de Huesca.
Según Ribera,
era muy probable que se tratase, efectivamente, de un cohete meteorológico
francés -quizá el Veronique- que hizo explosión a gran altura. Este
tipo de cohete alcanza hasta 28 kilómetros por segundo y lleva en su interior
una carga de sodio. Esto, unido al hecho de que la explosión tuvo lugar en los
momentos en los que el Sol incidía todavía en esta cara del planeta, pudo
ocasionar aquellas bellas irisaciones en la ionosfera.
Para Ribera,
sin embargo, no todo quedaba explicado con el cohete galo. En mitad de la gran
mancha se había visto y fotografiado un punto luminoso de gran potencia. Cuando
le pregunté sobre este asunto, Antonio me comentó que tampoco le encontraba
respuesta.
Tras la
aparición del disco, se registró una especie de explosióny miles de oscenses
pudieron contemplar la estela que aparece en el grabado de Pedro Moliner
pallarés. Las fotografías fueron hechas con una cámara Kodak Retinette 1-A, con
un objetivo Schneider-Kreunach, sin trípode y en exposición. (La estela aparece
algo movida). Al fondo aparece la sierra de Gratal, situada a unos 20
kilómetros de Huesca.
Mis dudas
«Algo» me
seguía diciendo que «aquello» no era fruto tampoco de la explosión de un
cohete. Tanto Ribera como los especialistas en cuestiones meteorológicas me
confirmaron que las dimensiones normales de un cohete de sodio no sobrepasan
los seis u ocho metros de longitud.
Era muy
difícil imaginar que un artefacto de tan reducido tamaño pudiera haber sido
visto al mismo tiempo desde zonas tan separadas entre sí como La Coruña,
Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia, Zaragoza... y ¡Oslo!
Meses
después, y ante mi asombro, Sebastián Fontrodona -un excelente especialista en
temas astronómicos y de astronáutica- comunicaba a la revista Karma 7
que en un viaje por tierras noruegas había tenido la oportunidad de saber que
el «fenómeno» del 12 de junio había sido visto igualmente por los científicos
de los países escandinavos. Así se lo ratificaron en Oslo.
< Otra
imagen de la famosa "estela" del "ovni de los Pirineos",
esta vez tomada desde Sestao, en Vizcaya, por el fotógrafo profesional Ramón
Bernardo, que se encontraba en su domicilio. La imagen fue hecha sobre las 10
de la noche. Esta "estela", como resulta fácil de comprobar, poco o
nada tiene que ver con la aparecida sobre Huesca. En la zona inferior de la
fotografía pueden verse las chimeneas y el humo y vapor que arrojan los Altos
Hornos de Vizcaya. Este detalle ratifica lo manifestado por el director de la
Escuela de Náutica, que vio el fenómeno a baja altura. Esta zona, además,
corresponde a la señalada por el señor Uribe-Echebarría.
Aquellos
astrofísicos y meteorólogos le explicaron también que el fenómeno era
perfectamente explicable. He aquí la versión escandinava: tanto los rusos como
los norteamericanos han situado en órbitas terrestres infinidad de satélites
artificiales (en 1974 podían girar alrededor del planeta unos 3000 ingenios de
este tipo).
Es un
«secreto a voces» que algunos -bastantes- de estos satélites eran y son
portadores de cabezas nucleares.
Pues bien,
según los noruegos, el objeto que dio lugar al luminoso y espectacular
fenómeno del verano de 1974 no fue otra cosa que uno de estos satélites «salido
de madre», es decir, de órbita.
Los científicos escandinavos explicaron a Fontrodona que, cuando esto ocurre,
los controles existentes en tierra detectan automáticamente el hecho y se
procede a la autodestrucción del satélite y, consiguientemente, de la cabeza atómica
que encierra. El resultado es tan espectacular como inofensivo...
El satélite, de no haber sido desintegrado, hubiese caído quizá en el océano
Atlántico, a la altura de los paralelos de Londres y París.
La explicación tampoco era mala...
Pero siguieron apareciendo «puntos oscuros».
Primero la
estela
He seguido
investigando el caso -y aún sigo recogiendo testimonios por muchos lugares por
donde paso- y todos desembocan en un hecho concretísimo e importante: «primero
fue vista una estela. Después sobrevino la explosión...».
El señor
Francisco Huertas Ripoll, por ejemplo, uno de los miles de personas que
observaron el fenómeno desde Valencia, explicó textualmente a Karma 7:
«Sobre el
fenómeno ocurrido el 12 de junio, deseo comunicarle que fue perfectamente
visible desde Valencia capital. Vi surgir desde el horizonte una estela
anaranjada, con dirección este-oeste, que se incrementaba tanto en
longitud como en altura a gran velocidad y pensé en aquellos instantes que se
trataba de un avión cuya estela anaranjada era el producto de la incidencia
sobre ella de los rayos solares, pero súbitamente la estela se detuvo en una
explosión y apareció con un movimiento en espiral ascendente hasta
desaparecer.»
Veamos otro testimonio, esta vez desde Barcelona:
«Me encontraba ese día en un terreno que poseo en Piera, provincia de
Barcelona; había llegado por la mañana junto con mis padres, para pasar el
resto de la semana de camping (hay una caseta donde se puede dormir). Al
anochecer, puesto ya el sol y por detrás de la sierra, que formando parte de
los Bruchs, se extiende hacia el sur, veo surgir una estela de avión (ésta es
mi primera impresión) de color naranja y que avanza en dirección de Lérida a
Barcelona, o sea de oeste a este. En seguida me llama la atención la
rapidez de su desplazamiento, sensiblemente mayor que la de un avión, y llamo
la atención de mi padre que también se pone a observar el fenómeno. Pocos
segundos después, cuando la altura de la estela sobre el horizonte no era muy
grande (el fenómeno podía observarse de frente), ésta sufrió una apreciable
desaceleración al mismo tiempo que emprendía un movimiento en espiral; las
espirales eran pequeñas (como dos o tres grosores de la estela) y sólo fueron
dos o tres, a lo sumo cuatro; seguidamente explosionó, hubo una expansión de
¿gases? luminosos que formaron una bola o burbuja y el fenómeno quedó fijado o
inerte; una estela luminosa color naranja con una bola gaseosa-luminosa de
colorines en su término.
»Miro el
reloj: son las 9.35 de la noche. A partir de aquí, se observa claramente que
las variaciones en el aspecto del fenómeno son producto de las interacciones
atmosféricas o estratosféricas que van modelándolo, deformándolo y
deshaciéndolo. La bola-burbuja va expandiéndose lentamente y adquiriendo las
variadas formas y colores por todos observados, la estela se deforma poco a
poco adquiriendo su aspecto zigzagueante que va aumentando progresivamente.
Cuando el fenómeno deja de verse en Piera, son las 9.55. Total, 20
minutos. Al final, la bola, que en principio estaba baja en el horizonte, se observa
casi en el cenit y la estela relativamente corta al comienzo (al menos
visualmente, por efecto de la cordillera del horizonte) tenía finalmente
proporciones gigantescas. Los restos luminosos del fenómeno, habían seguido
desplazándose pues, hacia el este.»
Alejandro
Martínez Torra, autor de este valioso documento, prosigue más adelante:
«Hay otra
circunstancia que puede ser importante y que paso también a relatar por si
pudiera tener alguna conexión con la temática ovni. El día 20 de julio (se
refiere al mismo año) y desde el mismo lugar de la observación anterior, al anochecer,
veo por el oeste a la misma altura del fenómeno del 12 de junio, una pequeña
estela, esta vez colocada en dirección de sur a norte y que es también de color
naranja. En este momento estaba regando, pienso: "estela de avión,
iluminada por el sol" (recién puesto y sigo con mi trabajo); segundos
después al mirar otra vez hacia el cielo en espera de ver el trazado de la
estela, me encuentro con que ésta no había aumentado de tamaño y que, además,
había cambiado de posición. Miro el reloj y son las 9.35, la misma hora del
fenómeno anterior. Desde este momento no pierdo de vista la pequeña línea
luminosa, que sin cambiar en ningún momento de tamaño o color, desaparece por
el norte por detrás de los Bruchs. La trayectoria desde su aparición por el
oeste, hasta su desaparición por el norte, duró 5 minutos aproximadamente; de
1,5 a 2 diámetros lunares. Por delante era más luminosa que por detrás...»
> En Palma
de Mallorca, y en aquel famoso atardecer, otro testigo vio también junto a la
gran "estela" un objeto volante no identificado. En carta abierta a
la revista Karma 7, José Galiano Sánchez decía textualmente: "Desde la
azotea de mi casa vi el fenómeno, pero absorto en lo espectacular del mismo no
observé hasta el último momento el ovni, mi ovni le llamo, pues no he sentido
ningún comentario al respecto. Posteriormente confirmó mi visión un
automovilista que resultó ser un buen amigo y que en carretera lo vio."
Este hecho complica aún más la situación.
Desde
Mallorca: oeste-este
El testimonio
del vecino de Barcelona se vio refrendado también por la carta de Ramón
Matamalas García, desde Palma de Mallorca. Así escribía Matamalas a Karmn. 7:
«Muy señor
mío: Contestando al ruego de su revista (número 23), sobre el sentido de la
dirección del ovni de los Pirineos -12 de junio de 1974-, debo comunicarle que
efectivamente desde el lugar de mi observación, km 44 de la carretera de Palma
a Manacor (Mallorca), el sentido de la dirección del fenómeno fue
aproximadamente de oeste hacia el este, por lo que estoy de acuerdo con D.
Alejandro Martínez Torra (Piera, Barcelona).
»Interrogados
varios conocidos míos que desde diferentes lugares de Mallorca también
observaron la estela y globo luminoso, asimismo me han confirmado el sentido de
la dirección oeste-este...»
Desde Soria:
luz azulada
Y aunque los
testigos que he podido reunir hasta hoy harían interminable este caso, quiero
referirme a aquellos que, por sus características y la situación geográfica de
los testigos, «complican» mucho más el misterioso hecho.
Ese mismo
anochecer, Valentín Laorden García, inspector de Policía, circulaba en
automóvil por la carretera que une Renieblas con Soria. Le acompañaban su
esposa, un hermano y su cuñado.
«Creo que
estábamos por el kilómetro 8 y pico -me explicó el inspector- cuando vimos
aquella luz azul. Regresábamos a Soria y eran los momentos de la puesta de sol.
»Bajamos
todos del coche y nos quedamos observando. En dirección Norte -como hacia el
puerto de Piqueras- vimos una luz azulada muy brillante. Era circular y dejaba
una estela fija y rectilínea. Me recordó las estelas de condensación de los
aviones, pero con un detalle anormal: no había separación entre dicha estela y
el disco azulado. Tú sabes -me dijo- que en nuestros reactores, cuando dejan
estela, se aprecia un pequeño espacio "en blanco". La estela de los
aviones no se presenta nunca pegada a los motores. Aquí, en cambio, sí. Todo
era un mismo cuerpo...
»Por
supuesto, aquella luz azul se desplazaba a una enorme altura. Extendiendo el
brazo, el disco tendría unos cuatro centímetros de diámetro. Seguía una línea
totalmente recta hasta que, de pronto, comenzó a hacer unas espirales. Giró y
giró y la luminosidad aumentó extraordinariamente.
»Después se produjo como una explosión y la estela duró hasta las once de la
noche.»
Cuando
pregunté a Valentín Laorden sobre la altura a que podía volar el artefacto,
éste respondió que -como mínimo- a 40 000 metros, aunque podía estar mucho más
arriba...
Madrid:
ascensión vertical
Esa misma
tarde, justamente en la puesta de sol, dos pilotos españoles que se dirigían a
pie hacia su avión, en el aeropuerto de Madrid-Barajas, quedaron sorprendidos
al ver salir -en vertical- y por detrás de la sierra, un extraño objeto.
Los pilotos
-con quienes sostuve una larga entrevista- me explicaron que el objeto se elevó
a gran velocidad, perdiéndose en el espacio. Al poco observaron la gran estela
luminosa en el cielo...
Baleares:
alteraciones electromagnéticas
El asunto se
complica mucho más cuando vemos aparecer los testimonios de los oceanógrafos españoles
que se encontraban aquella tarde a bordo del buque C. de
Saavedra, del Instituto Español de Oceanografía.
José Ramón de
Andrés Alonso, geólogo y oceanógrafo, me explicó lo ocurrido cuando el citado
buque permanecía a unas 60 millas al sur de la isla de Mallorca:
"... Se
habían dejado algunas antenas en Ibiza y Formentera. Son aparatos que sirven
para determinar la situación del buque. Desde el barco se envían unas señales
determinadas y las antenas las rebotan. Pues bien, aquella tarde, y coincidiendo
con la aparición en el cielo del extraño fenómeno, el llamado sistema de
posicionamiento empezó a sufrir interferencias y alteraciones inexplicables. Es
muy extraño que ocurran y lo más sospechoso es que empezaron cuando apareció el
fenómeno...»
En aquel
buque navegaban un total de 40 personas, la mayor parte, como digo, geólogos y
expertos en oceanografía. Es decir, personal altamente cualificado. Y todos
fueron testigos del misterioso «objeto» que irrumpió en el espacio.
Santander:
ascensión en vertical
Otro testigo
de excepción -Gonzalo García Salomón, que viajaba en su automóvil- me contó lo
siguiente:
-En aquellos
momentos bajábamos Los Tornos. Y paré el coche: ante mi sorpresa y la de las
cuatro personas que me acompañaban, habíamos visto ascender en vertical un
objeto de aspecto metálico. Serían entre las cinco y media y las seis de la
tarde. Recuerdo que el día era precioso. Soleado. Estaríamos quizá en mitad del
puerto. Y lo más increíble es que el objeto, que ascendió desde tierra, dejaba
una estela en forma de «rizo».
-¿Qué forma tenía el objeto?
-No podría precisar. Lo vimos subir a una velocidad vertiginosa. Y se perdió en
vertical en el cielo. Lo que sí quedó fue aquella estela doble. Nos impresionó
también el brillo metalizado del objeto. Era insoportable...
-¿Estás seguro que se hallaba posado en tierra?
-Bueno, eso no sabría precisado. Lo que sí vimos todos era cómo subía en
vertical. Lo probable es que estuviera en el suelo o muy cerca de él. Tenía un
tamaño más o menos parecido al de un avión comercial.
-¿Hubo ruido?
-No, nada. Lo que nos llamó la atención fue que aquella misma estela salió
después en el diario Alerta de Santander. Era lo mismo que habíamos
visto nosotros.
Valencia:
proyectó un cono de luz
En otra de
mis investigaciones, y mientras conversaba con el comandante Manuel Barreiro,
de la compañía Iberia, surgió el tema del «ovni de los Pirineos». El piloto
también lo había visto cuando se disponía a tomar tierra en el aeropuerto de
Valencia. En aquellos momentos se hallaba a unos 500 pies del suelo y a unas
dos millas de la pista. Y según me comentó Barreiro, otro comandante, cuyo
nombre no recordaba en aquellos instantes, vio mucho más:
«... Me contó
-explicó el piloto- cómo vieron en el cielo, a mucha altura, una luz que
parecía venir del otro hemisferio. Se encontraba, por supuesto, mucho más alta
que el avión que pilotaba este comandante. Y de pronto, la luz empezó a hacer
un movimiento de zigzag para terminar en una serie de espirales. Pero ahí no
terminó la cosa...
»Los pilotos
vieron también cómo aquel objeto proyectaba un foco de luz y en el mismo
sentido de la marcha. Poco después se produjo una especie de explosión y
apareció la gran nube.»
Portugalete:
a 500 metros de altura
Uno de los
testigos que mejor apreció el «fenómeno» -suponiendo ya que se trate del mismo
asunto- fue el entonces director de la escuela de náutica de Portugalete, Jesús
Uribe-Echebarría.
-Era, poco
más o menos, el momento del ocaso. Venía paseando desde Santurce y nos
encontrábamos ya muy cerca del edificio de la Escuela de Náutica cuando -de
este a oeste- vi aparecer por el horizonte lo que, en un primer momento, me
pareció una «canastilla» como la de los fuegos artificiales.
-¿En qué dirección dices que volaba el objeto?
-Lo vi aparecer a muy baja altura sobre los montes que se levantan por detrás
de Lejona y se dirigía hacia el Abra. Es decir, de este a oeste. Pero, conforme
se fue aproximando, vi que se trataba de una luz rojiza. Y en cuestión de
segundos -no creo que pasasen más de seis o siete-, «aquello» se situó en la
vertical del puerto y comenzó a hacer espirales. Y se formó una nube
multicolor: con tonalidades rosadas, verdes, anaranjadas...
-¿A qué altura podía estar el objeto?
-Estoy completamente seguro que a unos 500 metros sobre el agua.
-¿Sólo a 500 metros?
-Sí. Y te diré más: su trayectoria era perfectamente paralela al suelo. En
ningún momento ascendió.
Esta
entrevista, que fue realizada en presencia del capitán de la marina mercante,
Rafael Mazas, y del fotógrafo profesional Francisco Gras, me ha hecho
reflexionar profundamente sobre el célebre «ovni de los Pirineos». Si el
director de la escuela de Náutica, profesional de la navegación y acostumbrado
a la observación de los cielos, nubes y a los más complicados cálculos
matemáticos, está seguro que aquel objeto se encontraba a unos 500 metros sobre
el suelo cuando llegó a la vertical del Abra bilbaíno, es que realmente estaba
a esa altura. No hay duda. Pero entonces, ¿ante qué clase de fenómeno nos
encontramos?
El director
de la Escuela Náutica de Portugalete. Jesús Uribe-Echebarría, realizando un
esquema del fenómeno que vio en el atardecer del 12 de junio de 1974.
Ni cohete ni
satélite
Llegar a una
conclusión fría y acertada sobre el mal llamado «ovni de los Pirineos» me
parece un empeño poco menos que imposible. Y mucho más cuando uno va analizando
los diferentes testimonios. Reconozco que lo más «cómodo» hubiera sido aceptar
la «explicación oficial». Pero eso, en mi opinión, no habría sido honrado. El
«fenómeno» -eso salta a la vista- fue mucho más complejo que el estallido de un
modesto cohete meteorológico francés...
Al poner en
marcha el presente trabajo de recopilación y selección de fotografías sobre
ovnis en todo el mundo le pedí nuevamente a Antonio Ribera que me diera su
opinión en relación al viejo asunto. Y ésta fue su respuesta:
«El
llamado ovni de los Pirineos -dice Ribera- se trataba de una estela
de bario (no sodio), creada a consecuencia de una fuga incontrolada de un
cohete meteorológico francés lanzado desde la Estación de Las Landas. Por
aquellos años se hacían pruebas (hoy abandonadas) de creación de nubes de bario
en la ionosfera, a fin de estudiar por telemetría la expansión de dicho gas. En
el cohete que nos ocupa (visto desde Galicia a las Baleares; de ahí que el
fenómeno no podía estar a una altura menor de 80 kilómetros) el gas se liberó
antes de tiempo, produciendo aquel bello espectáculo. Según datos facilitados
por don José Mª Oliver, presidente de la Agrupación Astronómica de Sabadell, citando
fuentes oficiales».
Siento no compartir la opinión de Ribera.
Si el fenómeno se hubiera debido a un fallo en un cohete meteorológico
-posiblemente del tipo Veronique-, ¿cómo explicamos ese «disco» que
fue observado antes de la «explosión»? Está claro que, dada la formidable
altura a que debía haber estallado el supuesto cohete, nadie, desde el suelo,
hubiera podido ver la forma o la estructura física del proyectil. Entre otras
razones, porque un cohete de esta naturaleza sólo alcanzaba los seis u ocho
metros de longitud. Hagamos una comparación muy simple. Todos hemos visto
alguna vez un avión comercial en vuelo. Cuando estos aparatos -de unos 40
metros de longitud- cruzan nuestros cielos a nivel normal de crucero (entre 8
000 Y 10 000 metros), un observador situado en Baleares podrá verlo a simple
vista si el reactor sobrevuela la vertical o una zona próxima al testigo. Pero
ese Caravelle o DC-9 o incluso un Jumbo, con sus 98 metros
de longitud, jamás podrán ser divisados a un mismo tiempo desde Cataluña,
Aragón, Santander, Galicia y Baleares.
> Aquí
vemos los restos de un cohete, en el momento de la separación del resto de la
nave. Estas reentradas de chatarra espacial en la atmósfera terrestres nada
tienen que ver con lo observado en la tarde del 12 de junio de 1974 en buena
parte de España.
En el caso
del «ovni de los Pirineos», sin embargo, no ocurrió así. Pero entonces, ¿a qué
altura debería haber estado el supuesto cohete meteorológico francés para ser
visto simultáneamente en ciudades tan alejadas como Palma de Mallorca, La
Coruña y Oslo?
Hagamos un
cálculo matemático. Si la distancia, en línea recta, entre Oslo y Palma es de
unos 2.400 kilómetros y suponiendo que el fenómeno se hubiera producido
justamente sobre un punto medio entre ambas poblaciones (1200 km.), para un
observador situado en cualquiera de las dos ciudades y que hubiera visto el
cohete con un ángulo de 20 grados, aquél habría estado a 436 kilómetros de
altura. Si los observadores lo hubieran contemplado con un ángulo de 30 grados,
el fenómeno habría que haberlo ubicado a 693 kilómetros de altitud. Con un ángulo
de 60 grados, el objeto se habría hallado a la friolera de 2078 kilómetros. Y
así sucesivamente...
Si tenemos en
cuenta que la ionosfera -en la que se pretendía crear la nube de bario- se
extiende entre los 60 y los 220 kilómetros de altitud (región D ionosfera: de
60 a 85 kilómetros; mesopausa: de los 85 a los 170 kilómetros; región Fl
ionosfera: de los 170 a los 220 kilómetros), está claro que «lo observado» en
aquella fecha no podía tratarse de un cohete meteorológico. Por muy francés que
fuera...
Con un ángulo
de observación de 10 grados (prácticamente a ras del horizonte), el objeto se
habría encontrado a 212 kilómetros de altitud. Pero no es este el caso del
«ovni de los Pirineos».
¿Fue un satélite
desintegrado?
Algunas
personas, entre ellas los mencionados científicos de Oslo, afirmaron que pudo
tratarse de un satélite artificial, desintegrado por rusos o norteamericanos.
Vayamos paso a paso...
1. Mientras
algunos testigos observaron el fenómeno de este a oeste, otros lo vieron
desplazarse al contrario: de oeste a este. Esto complica muy seriamente la
posibilidad de que se tratase de un satélite. ¿O es que ese día -y a la misma
hora- se salieron de órbita dos satélites artificiales que desarrollaban
órbitas contrarias?
Me parece excesiva casualidad...
2. Los testigos, desde puntos diferentes, coinciden en algo vital: primero vieron
la estela. A continuación la espiral ascendente y, por último, la
explosión.
Tres «fases» perfectamente diferenciadas y que colocan a la hipótesis de un
«satélite desintegrado» en una posición muy difícil...
Concediendo
que se tratase de un único objeto -concedamos igualmente que fuera un satélite
artificial humano-, todos sabemos que estos artilugios giran alrededor de la
Tierra, a partir de órbitas que nunca son inferiores a los 160 o 180
kilómetros. Y aquí empiezan los problemas para el supuesto «satélite».
Para empezar,
ni los rusos ni los norteamericanos son tan poco «cuidadosos» como para situar
un satélite «asesino» -portador de armas atómicas- en órbitas tan próximas a
las altas capas de la atmósfera como para que el rozamiento con aquéllas
termine por hacerlo caer... No perdamos de vista que en 1957, el primer
satélite artificial -el famoso Sputnik- llevaba un perigeo (distancia
mínima a la Tierra) de 227 kilómetros. A pesar de ello, la antigualla espacial
rusa dejó de existir a los tres meses justos de su lanzamiento (4 de octubre-4
de enero).
Por supuesto,
a esas alturas «astronómicas» no hay satélite artificial que pueda ser divisado
desde Barcelona, Valencia o La Coruña.
Por otra
parte, si la URSS y los EE.UU actúan siempre con un máximo de precisión en
todos y cada uno de sus lanzamientos espaciales, ¿qué podemos pensar de la
puesta en órbita de satélites «especiales», como es el caso de los militares?.
El
lanzamiento de estos ingenios -sean o no «asesinos»- supone miles de millones
de dólares. No creo, por tanto, en esas «caídas casuales y periódicas» de que
hablan los científicos noruegos. Puede suceder, naturalmente, que alguna vez
-muy pocas- un satélite artificial portador de cabezas nucleares sufra un
percance y tenga que ser desintegrado por elementales razones de seguridad. Sin
embargo, no creo que fuera este el caso del 12 de junio de 1974. El
razonamiento es bastante pueril:
Si los
controles de tierra detectan en un momento determinado una anomalía lo
suficientemente grave como para tener que explosionar uno de estos satélites,
lo lógico es que la detonación sea fulminante. En ese caso, ni los latinos ni
los escandinavos llegaríamos a observar dicha desintegración. Con suerte -y si
el satélite es medianamente grande- quizá acertásemos a ver algunos de sus
restos entrando incandescentes en la atmósfera. Pero eso sería todo.
Y yo
pregunto: ¿qué tiene que ver una de estas típicas reentradas de chatarra espacial
en nuestra atmósfera con lo observado en el atardecer de junio de 1974? ¿Desde
cuándo un satélite artificial -que se supone está cayendo- se detiene, dibuja
una serie de espirales ascendentes y estalla? (Suponiendo que esa
última «fase» fuera una explosión.)
Si el
supuesto satélite caía herido de muerte hacia tierra, lo habitual es que fuera
dejando una estela de fuego, pero nunca un trazo perfecto y rectilíneo, como el
observado aquel día. Sin mencionar, claro, esa palpable «desaceleración»
experimentada por el objeto, tal y como relató el testigo de Piera.
En resumen -y
aunque sigo reuniendo importante información- creo que la teoría de un satélite
artificial desintegrado a distancia carece de base.
Por otra
parte, si se trató de un único fenómeno -y puesto que conocemos las posibles
alturas a que podía hallarse el artefacto-, también es posible averiguar las
dimensiones del mismo, de acuerdo con las diferentes altitudes. Teniendo en
cuenta que una luz del tamaño de un punto se aprecia en un arco de 5 minutos,
la tangente 5' de arco -en radianes- supone 0.0835267 (como constante). Pues
bien, con esa constante, si el objeto fue divisado con un ángulo de 10 grados
-a 212 kilómetros de altura-, su envergadura tenía que ser de 18 kilómetros. Si
estaba a 437 kilómetros, el artefacto debía tener 36 kilómetros. Si se hallaba
a 693 kilómetros de altura, su envergadura habría sido de 58 kilómetros y, por
último, si estaba situado a 2078 kilómetros de altitud, el «monstruo» hubiera
tenido 174 kilómetros...
Por supuesto,
y mirándolo desde cualquier ángulo, demasiada envergadura para un satélite
artificial.
¿Uno o varios
objetos?
¿Qué pudo ser
entonces el famoso «ovni de los Pirineos»?
La respuesta,
como digo, no es fácil. De lo que sí estoy seguro es que no se trataba de un
cohete meteorológico, ni tampoco de un satélite explosionado en el espacio y
mucho menos de un meteorito.
Es más. A la
vista de los informes, dudo incluso que se tratase de un único objeto.
Si hubiera
sido un solo artefacto, y puesto que fue visto desde puntos tan alejados como
Palma, Oslo, Madrid y La Coruña, ello quiere decir que debía encontrarse a una
tremenda altura y que su envergadura debía ser igualmente monstruosa. Esta
posibilidad, además de anular las teorías de un satélite artificial y de un
cohete, se presenta abiertamente en contra de lo manifestado por los testigos.
Recordemos que en Santander vieron ascender un objeto; que en Portugalete
sobrevoló la zona a 500 metros de altura; que en Madrid-Barajas fue visto
ascender igualmente y que tanto en Cataluña como en Baleares llevaba
trayectorias opuesta (sin olvidar el foco luminoso que vieron los pilotos y que
proyectaba el objeto en el mismo sentido de su marcha).
Si tenemos en
cuenta, además, que no todas las observaciones se registraron a la misma hora,
parece muy probable -esta es mi opinión- que fueran varios los objetos que se
presentaron aquella tarde sobre los cielos.
Varios
objetos que desplegaron movimientos parecidos y que quizá remataron sus
evoluciones con «algo» que nosotros interpretamos como una explosión. Pero,
¿cómo podemos estar seguros que se trató en realidad de una explosión?
En este caso,
lógicamente, se habrían producido varias «estelas» y en puntos lo
suficientemente alejados entre sí como para identificadas siempre con un único
fenómeno.
Pero, ¿con qué fin? Si los «discos» que precedían a las estelas eran ovnis
Un tenia set anys quan un vespre, i anant cap a Vila-rodona amb el cotxe familiar, vam veure ascendir un gran projectil que va petar al mig de cel des del nord-oest. Els colors vermells i taronges que va escampar durant hores per tot el cel encara són fets que no han quedat aclarits. Per a nosaltres, amb més vilatans, va ser tema de conversa durant hores aquell vespre del 12 de juny de 1974. Després de sopar, i des del carrer encara no edificat passat el portal del Parera, vam estar bocabadats davant aquell cel ple de giravoltes roges i vermelles.
La versió oficial encara no
encaixa amb els fets. Us en deixo opinions i escrits al respecte. Van haver-hi
més avistaments des d’altres punts peninsulars i amb dates diferents. Aquí us
en deixo algunes ressenyes més. No foren OVNIs, sols experiments estatals en
èpoques que les coses no es podien contrastar com ara.
22 de noviembre de 1974: pánico en Madeira (y un poco
en Canarias)
Por Colaborador Invitado, el 21
noviembre, 2014. Categoría(s): Alerta Magufo
Este artículo
trata de ovnis. Bueno, de ovnis que no fueron ovnis, sino misiles lanzados
desde submarinos, aunque suene raro, así que no voy a molestar al lector con
peroratas de extraterrestres ni a reclamar su apertura mental, todo con tal de
que usted pique un anzuelo, se asombre, compre mi producto y, como
consecuencia, me pague una cena gracias a su credulidad.
No, este
artículo no pertenece al mundo del misterio, ni del más allá, ni a los
fenómenos de frontera, ni será catalogado como enigma insólito, ni cualquier
otra expresión vacía de las usadas por el lamentable periodismo del misterio
nacional (el de hace décadas y el actual), que es ese colectivo que recibe
alabanzas por su inutilidad e incompetencia a la hora de explicar los
supuestos misterios de que se ocupa. Versa este artículo, concretamente, de
unos espectaculares “ovnis” vistos desde Canarias y Madeira el 22 de noviembre
de 1974, el primero de una familia de episodios con una misma causa.
En los años
70 se observaron desde Canarias, la costa africana e incluso la mitad sur de la
Península Ibérica en algunos casos, una serie de fenómenos que tuvieron su
origen en el lanzamiento de misiles balísticos Poseidón de la Armada
norteamericana. Los lanzamientos, con fecha 22/11/74, 22/6/76, 19/11/76,
24/3/77 y 5/3/79, se produjeron a centenares de kilómetros al oeste de Canarias
y los espectaculares fenómenos luminosos a que dieron lugar ocurrieron a
decenas de kilómetros de altura, al reflejar la luz solar los gases expandidos
que emitían los misiles. Centenares de testigos en cada isla interpretaron cada
suceso como pudieron, ya que nadie, aparentemente, sabía qué estaba realmente
contemplando.
Las
observaciones desde Canarias
Del primero
de estos casos, 22/11/74, se cumplen hoy 40 años. Desde Madeira fue, además,
fotografiado. Como ocurrió en este tipo de casos, la prensa local publicó
numerosos testimonios aunque normalmente sin interrelacionarlos, a pesar de
coincidir fechas y horas. De esta manera, daba la impresión de que fueron
múltiples los fenómenos observados. No debemos exigir a la prensa que se
preocupara de analizar cuidadosamente el conjunto de testimonios hasta
comprobar que se trataba en realidad de una única observación de la que hubo
innumerables testigos, ya que su misión, en primera instancia, era ofrecer la
información en bruto. En cambio, sí era obligación de quienes se presentaban
como “investigadores” o “expertos” -en ovnis y en cualquier cosa que sonara a
raro- realizar un análisis de la información y tratar de hallar un escenario en
el que encajar las numerosas declaraciones; pero, al contrario, los voceros de
lo oculto agrandaban las imperfecciones y fomentaban el aparente misterio.
Veamos, por tanto, cómo reflejó la prensa canaria la sorprendente visión. La
tarde del 22 de noviembre de 1974 anocheció en Canarias a las 18:11 horas.
Alrededor de las 19:30 los canarios empezaron a divisar un sorprendente y
grandioso fenómeno luminoso al oeste.
El Día, en su
edición del día 23, hacía referencia en primer lugar a las observaciones
recogidas en La Palma. Los vecinos de Fuencaliente “apreciaron alrededor de las
siete y quince un gran círculo plateado en el cielo, del que se alzaba un
objeto de forma triangular y de color rojizo, que dejaba tras de sí unos
chorros parecidos, pero no iguales, a los que dejan los aviones a reacción”. En
Los Llanos de Aridane observaron “como una especie de cuatro bengalas que
subían y estallaban en el aire, produciendo un gran cerco luminoso”. También
desde Bajamar y Punta del Hidalgo, en Tenerife, fue divisado el fenómeno, que
apareció como un fuerte resplandor sobre la isla de La Palma, similar a una
explosión que se repitió tres veces.
El
vespertino La Tarde se refiere también el 23 a las observaciones
desde El Hierro: tres objetos luminosos que se les vio aparecer en el horizonte
marino con intervalos de dos minutos y “adentrarse luego en la tierra, a una
altura que no parecía ser excesiva”. El Eco de Canarias llega a decir
el día 24 que “se detuvieron unos instantes” y que “Al llegar a este punto del
cielo [sobre El Pinar] no siguieron la trayectoria más o menos horizontal que
traían sino que se elevaron verticalmente hasta perderse de vista”.
El Eco de Canarias, 23-11-1974
Finaliza la
noticia del 23 en La Tarde refiriéndose a José Miguel Hernández
Cabrera, que se encontraba en El Pinar, al sur de la isla herreña. Al parecer,
tuvo la oportunidad de realizar 16 fotografías del fenómeno. En 1992, gracias a
un anuncio que inserté en la prensa local, pude localizar a esta persona.
Desgraciadamente, no conservaba las fotos: el autor envió la película
fotográfica a Tenerife para que la revelasen -no había estudios en la isla
herreña aquel año- pero fue destruida ya que no se apreciaba nada,
probablemente debido a su mala calidad.
La Provincia del
día 24 se hizo eco de un testimonio procedente de Lanzarote, según el cual
vieron en el firmamento, a la altura de la montaña Mina, “un extraño objeto
luminoso que lanzaba destellos intensamente resplandecientes, con una pequeña
esfera roja en su interior”. Desde San Bartolomé sus habitantes lo contemplaban con
cierto pánico. Desde Tetir, en Fuerteventura, observaron “tres objetos
luminosos que parecían estáticos hasta que por fin se juntaron”. Y desde cerca
de la costa africana (La Provincia, 1-12-1974) un grupo de cinco barcos
sardineros tripulados por cien pescadores también contempló las evoluciones del
sorprendente espectáculo luminoso.
Las
impresiones desde La Gomera son especialmente interesantes:
… se trataba
de un resplandor a modo de cilindro, de un rojo vivo, que ascendía a gran
velocidad para luego distenderse en forma circular y posteriormente emitir una
luz amarilla o naranja de gran intensidad que abarcaba una gran extensión en el
cielo; seguidamente se quedaba una nube vaporosa y, antes de extinguirse ésta,
volvía a repetirse el fenómeno con la reaparición del resplandor rojo (El Día,
24-11-1974).
Según
los aterrados marineros que estaban faenando en la pesca del calamar
–como indica el periódico- no podía tratarse de bengalas porque no pueden
producir semejante fulgor. Desde tierra pensaron que algún volcán de La Palma
había vuelto a entrar en erupción (en 1971 había estado activo el Teneguía).
Se trató, por
tanto, de un fenómeno que se repitió aparentemente tres veces, muy espectacular
y que fue contemplado simultáneamente desde todo el archipiélago canario, e
incluso desde el brazo de mar existente entre Lanzarote y la costa africana.
Las diversas horas indicadas no son más que reflejo de la escasa exactitud de
los testigos al referirse a este detalle, más ante un fenómeno que no fue
instantáneo, sino que sus efectos se prolongaron durante largos minutos.
Los
pescadores del Nuevo digno del querer
Una última
colección de testimonios apareció en la prensa el 12 de diciembre. Incluía una
errata en la fecha que, durante un tiempo, llevó a los interesados a
catalogarlo como otro suceso más del mismo tipo. Fue el desaparecido
vespertino La Tarde el que publicó la observación del patrón y
marineros del Nuevo digno del querer, que se hallaba, supuestamente el día
28 de noviembre, frente a las Islas Salvajes, pequeñas islas deshabitadas
situadas al norte de Canarias. Cerca se encontraban otros pesqueros pero se
desconoce si sus tripulaciones observaron algo. Eran las 20:00 horas
aproximadamente cuando algunos pescadores llamaron al patrón porque habían
visto una luz extraña. En palabras del patrón, Antonio Tavío Peña, era una
especie de disco luminoso cerrado en la parte inferior con forma de abanico, con
un punto luminoso en el centro, del que salían arcos concéntricos de luz de
diferentes colores y que abarcaban todos los del arco iris.
Antonio
Tavío, en el centro, y sus compañeros de faena entrevistados en 1974
por Maisa Vidal, periodista de La Tarde
El centro
podría compararse con el que presenta una estrella muy luminosa y de gran
tamaño. Al parecer, de este punto luminoso “emergió un tubo de luz que cambiaba
de color (blanco, azul, rojizo) que a gran velocidad se acercaba al barco;
mientras se acercaba emitía un ruido muy fuerte parecido al de potentes
turbinas. Retrocedió y se escuchó un estallido como de mortero de artillería.
Se repitió dos veces más, durando toda la observación una media hora. Uno de
los pescadores intentó tirarse por la borda debido a la gran impresión que
le causó la visión, pero fue retenido por sus compañeros.
Antonio Tavío, en abril de 1994 (Foto R. Campo)
Los
tripulantes del pesquero realizaron declaraciones similares, coincidiendo en un
significativo detalle: el parecido del fenómeno con el lanzamiento de algún
tipo de cohete: “Y era lanzado hacia arriba exactamente igual que los cohetes
americanos o rusos que tan acostumbrados estamos por la televisión a ver
lanzar”; “Lo que vi fue una especie de cohete con un cerco, por tres veces”.
“El segundo cohete lo vi clarito, flotando sobre nosotros”; “Me tiré al suelo
y, cuando ya se iba, me levanté y vi cómo se levantaba, como los foguetes de la
tele, dejando un chorro de fuego y haciendo ruido como cuando explota algo” (La
Tarde, 12-12-1974).
En abril de
1994 tuve la oportunidad de conversar con el mencionado patrón del pesquero,
que puede ser considerado testigo principal ya que aportó una descripción más
amplia y detallada de lo observado, confirmando lo visto hacía veinte años:
El fenómeno en
sí era como un torpedo de estos o mortero, como si lanzaran un proyectil; se
oía, además, y luego el ruido típico de superar la barrera del sonido.
Dibujo
esquemático realizado por Antonio Tavío de su observación para el CEI de
Barcelona
Pensaba que
el acercamiento del tubo de luz pudo ser una apreciación subjetiva:
Como aquello
estaba tan alto pues podía haber sido provocado por la reflexión del Sol en el
objeto.
Esta
impresión de Tavío sobre el “tubo de luz que cambiaba de color (blanco, azul,
rojizo) que a gran velocidad se acercaba al barco” recuerda a algunos
testimonios del “ovni de Minsk”, el 7 de septiembre de 1984, cuando la
tripulación de un avión que volaba sobre la citada ciudad bielorrusa observaron
un brillante objeto frente a ellos, ligeramente a la derecha. Cambió de forma,
enfocó hacia ellos y hacia el suelo con una especie de reflectores y envolvió
la nave con un misterioso rayo de luz. El fenómeno fue observado también desde
Suecia y a falta de confirmación oficial, se trató de un lanzamiento
desde un submarino
soviético en el mar de Barents.
Una
importante puntualización permite subsumir este caso en el ocurrido seis días
antes, como un testimonio más. La razón reside en que en la referencia
periodística de este suceso, La Tarde, 12-12-1974, el testigo cita que la
Luna estaba en cuarto creciente. Pero, como me advirtió Manuel Borraz en su
análisis del suceso, el día 28 la Luna mostraba el 99% del disco iluminado,
prácticamente Luna llena. Por tanto, o el testigo se equivocó en su apreciación
o la fecha asignada a la observación es errónea.En este segundo caso, que
creemos el más probable, el suceso habría tenido lugar el día 22,fecha en que
la Luna sí se encontraba en cuarto creciente.
Ante su
propia comprobación se pregunta Borraz: “¿No se tratará de un nuevo testimonio
del fenómeno del día 22/11/74, figurando una fecha errónea y un horario sólo
aproximado?” (comunicación personal, enero 1995). Existe un desfase de media
hora entre los testimonios del día 22 y el que consideramos, probablemente
debido a los numerosos testimonios, a la duración del fenómeno y a los diversos
horarios aportados del primero. El citado dato astronómico nos permitió
integrar la observación colectiva del pesquero entre las ocurridas el 22 de
noviembre.
El único dato
anómalo en esta observación es la percepción de ruidos por parte de los
tripulantes del barco pesquero. Sin duda, esos ruidos en forma de “turbinas muy
fuertes” o “mortero de artillería” no podían proceder de los lejanos
lanzamientos. ¿Pudo tratarse de sonidos procedentes de alguno de los otros
barcos pesqueros que había en la zona asociados erróneamente al fenómeno
divisado en la lejanía? No parece un efecto tan subjetivo como los que se puede
encontrar en otros sucesos semejantes[1]. No obstante, uno de los tripulantes
le comentó al patrón, yendo hacia Lanzarote, “si había visto las antenas y las
ventanillas” (sic), que es una interpretación muy subjetiva influida por la
imagen habitual de las naves espaciales o antiguos satélites divulgada por los
medios de comunicación. No es la única ocasión en que tales testimonios han
sido comunicados con motivo de la observación de fenómenos naturales como las
grandes estrellas fugaces o los bólidos[2].
Además, no
hubo ni un solo testimonio, de los muchos que aparecen en la presa canaria y
madeirense, que informara sobre la percepción de esas detonaciones. ¿Cómo es
posible que se escuchara algún sonido de un fenómeno situado a centenares de
kilómetros de distancia? No parece lógico pensar que el barco pesquero se
hallara mucho más cerca del punto de lanzamiento, puesto que había fondeado muy
cerca de las Salvajes, a 165 kilómetros al norte de Canarias.
¿Pudo deberse
el sonido a un despliegue pirotécnico? No desde tierra, pues ya he mencionado
que las Salvajes son islas deshabitadas y se encontraban muy lejos de Canarias
para escuchar voladores; ¿desde alguno de los barcos que se encontraban
faenando en las cercanías? No tiene mucho sentido, a no ser que los pescadores
estuviesen de celebración… ¿Alguna experiencia similar a la que se estaba
observando desde tierra pero mucho más cercana al pesquero, lo suficiente como
para percibir sonidos? No parece probable que alguno de los cuatro lanzamientos
balísticos de aquella jornada –fueron divisados tres- tuviera lugar de una zona
de pesca habitual y cerca de unas islas, aunque desiertas.
Manuel
Borraz, tratando de interpretar cómo pudieron escuchar entonces los sonidos que
mencionaron, me comentó que tal vez la distancia a la que se realizaban las
pruebas no fuese tan elevada y unas especiales condiciones atmosféricas
hubieran permitido la transmisión de sonidos lejanos y potentes. Otra
posibilidad es que las evoluciones de estos cohetes se produjeran en dos fases:
– Una
primera, próxima, en la que fueran observados exclusivamente a causa de su luz
propia (sistema de propulsión), más percepción de ruidos.
– Una segunda
fase, a gran altura, con efectos luminosos más espectaculares, donde la luz
solar sí habría jugado algún papel, ya sin ruidos (comunicación personal enero
1995).
Desde mi
punto de vista, como ésta fue la única ocasión en que, en los cinco sucesos
observados desde Canarias y cercanías, se informó de este detalle (con docenas
de testigos identificados y miles potenciales), pienso que, sin descartar
completamente otras posibilidades, se trató de un efecto psicológico sonoro
asociado a la espectacular visión que tenían la oportunidad de contemplar en
alta mar de noche un grupo de, por momentos, aterrorizados pescadores que jamás
habían visto algo similar.
Las
observaciones desde Madeira
Desde el
archipiélago de Madeira, situado a unos 400 Kms. al norte de Canarias, también
observaron el triple fenómeno aquel anochecer. Y la impresión causada entre los
testigos fue, según cuenta la prensa local, aún mayor que en el caso canario.
El Jornal de Noticias del día siguiente apuntaba como hipótesis más
probable que se hubiese tratado de cohetes o misiles lanzados por buques de
guerra en maniobras, pero fue el miedo ante lo desconocido lo que resaltó el
diario:
“¡El mundo se
va a terminar!”, exclamaron algunos, según el Jornal de Notícias el
día 23. Gente de muchas poblaciones de las zonas rurales de Madeira empezó a
juntarse alrededor de las iglesias, pidiendo confesión y amparo divino.
Verdadero
pánico se creó en determinadas zonas de la isla, cuando, ya de noche el cielo
madeirense se llenó por tres veces de vivísimos e inexplicables clarones que
salían del mar. Pusiéronse rosarios al pecho, se encendieron lamparillas,
los hijos se agarraron a sus madres”. Además, hubo escenas indescriptibles
de pánico, con frecuentes desmayos.
A pesar del
terror originado, la prensa de Madeira parecía estar mejor informada que la de
Canarias, ya que el Jornal comenta a continuación que:
La hipótesis
que se admitió como probable fue la de que se tratase de cohetes o misiles por
buques de guerra en maniobras.
El Diário
de Notícias del día 23 presenta una descripción del caso semejante a las
ya consignadas más arriba, con “el interés de numerosos testigos que siguieron
el suceso hasta el final con gran interés e intriga”, e indica igualmente que
llegó a pensarse como explicación de lo visto en ejercicios navales, “hipótesis
rechazada después de una consulta a la autoridad marítima”. Como es de suponer,
la autoridad marítima de Madeira no tenía por qué saber la auténtica causa del
fenómeno.
Pero, por
encima de cualquier testimonio, ya fuera canario o madeirense, destacan las
instantáneas realizadas por periodistas del Diário de Notícias,
reproducidas en las ediciones de día 23 y 24:
Diário de Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974Diário de Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974
El día 24
este diario insiste en la posibilidad de que el fenómeno hubiese sido provocado
por el lanzamiento de misiles: “Provável explicação do fenómeno”, e incluye una
foto a pie de página que remite a la página 11 de esa edición:
Diário de Noticias (Madeira), 24-11-1974
Las imágenes
tienen escasa calidad pero la suficiente como para comprobar que se trata de un
fenómeno con gran parecido con las típicas campanas gaseosas en expansión y
estadios previos y posteriores que provocan los lanzamientos de misiles en la
lejanía (véase el apéndice a este artículo). No fue posible, a pesar de
diversas gestiones, localizar a los periodistas madeirenses que captaron estas
imágenes.
En dicha
página se informa de que:
Todo lleva a
creer que el “extraño fenómeno” ocurrido en el cielo de Madeira fue el
resultado de lanzamientos de misiles balísticos efectuados a bordo del Henri
Poincaré.
Gracias a las
averiguaciones de V. J. Ballester Olmos en 1999, no fue el buque Henri
Poincaré el responsable de los lanzamientos, que estuvo en los días previos
en el puerto de Madeira (también hubo otros buques científicos en los puertos
canarios en las jornadas previas, como los soviéticos Musson y Professor
Viese y el norteamericano USS Dutton), sino el submarino de la
USN SSBN 658 Mariano G. Vallejo (Ballester y Campo, 2001, p.).
La
explicación del triple fenómeno
Desde que a
finales de los años 80 Manuel Borraz examinó la información existente de este
caso la “hipótesis misil” cobró fuerza. La observación de grandes bolas
luminosas en expansión, con diversos colores y extrañas dinámicas como
aparentes acercamientos, detenciones, cambios de forma, giros, aceleraciones,
etc. es habitual en las descripciones de los lanzamientos de misiles desde
bases terrestres y submarinos, y en realidad se trata de gases de combustión
afectados por los vientos a diferentes alturas, las variaciones en la
temperatura y los juegos que la luz solar causa al reflejarse casi como en un
espejo en esas sustancias de desecho dilatadas. Son divisados por multitud de
testigos en la lejanía, a centenares de kilómetros, en particular cuando los lanzamientos
se producen en horas crepusculares o nocturnas.
En el caso
22/11/74 los testimonios proceden de Canarias, Madeira y un barco pesquero
localizado a medio camino, cerca de las Salvajes, y se refieren al fenómeno
situándolo al oeste de sus respectivos puntos de observación. En su ensayo de
1992 Los gigantes de Gáldar y los avistamientos canarios, Borraz establece
que el fenómeno debía encontrarse en su última fase a unos 244 Km. de altura
mínima y a unos 1.735 de distancia de los observadores en el caso de que su
altura angular hubiese sido 0º (Borraz, 1992: 51), aunque no parece ser este el
caso ya que, como se puede apreciar en el esquema de la observación
anteriormente reproducido, el patrón del pesquero dibujó el espectáculo
luminoso con cierta elevación sobre el horizonte; por tanto, esta distancia
mínima sería menor. En el caso extremo esta distancia habría sido nula,
encontrándose el fenómeno justo en la vertical del barco, pero, en cualquier
caso, siempre se habría hallado a una altura mínima (y por tanto también
distancia mínima) de 244 kilómetros para que pudiera ser iluminado por el Sol,
que, en aquellos momentos, -20:30 aproximadamente según la hora inicial
indicada por Tavío- formaba un ángulo de 31,2º de depresión bajo el horizonte,
suponiendo que se encontraban en las coordenadas 30º N y 15,75º O.
En 1999 V. J.
Ballester Olmos consultó con el experto Jonathan McDowell (Harvard-Smithsonian
Center for Astrophysics) las cinco fechas de probables ejercicios balísticos
observados desde Canarias, encontrando que las cinco coincidían con
lanzamientos de misiles Poseidón al oeste de Canarias. En algunos de los casos,
como es lógico, la hora de los lanzamientos y la de los fenómenos observados
desde Canarias coincide al minuto, aunque en el suceso que nos ocupa este dato
está ausente en la tabla de los lanzamientos de aquel día que facilitó
McDowell; pero sí figura el día:
Las columnas indican: 1: numeral de lanzamiento; 2: la fecha en calendario
juliano; 3: fecha en calendario gregoriano; 4: hora GMT (no consignada en este
caso); 5: tipo de misil; 6: plataforma de lanzamiento (submarino); 7: entidad
responsable del lanzamiento, United States Navy (Ballester y Campo,
2001: 204).
Quedó así
cerrada la polémica, ficticia y sensacionalista la mayor parte de las ocasiones
como suele ser habitual en la ufología comercial y platillista, en torno a la
obvia naturaleza artificial tanto de este suceso como de los otros cuatro
similares observados desde el archipiélago canario (y, al menos, en esta
primera ocasión, desde Madeira). Su espectacularidad, su duración, en torno a
media hora, la ausencia de luz a nivel de tierra, la reflexión de la luz solar
a gran altura en los gases expulsados por los cohetes, el desconocimiento por
parte de la población (que llevó a informar a los testigos de horas dispares
debido a la duración de fenómeno y, en algunos casos, detectar inverosímiles
cabriolas, paradas y cambios de dirección, presencia de humanoides, etc.) y la
aparición en la prensa y en medios especializados de noticias que alimentaban
el misterio contribuyeron a convertir estos casos en paradigma de los “misterios
de Canarias”.
Este artículo
nos lo envía Ricardo Campo,
Doctor en Filosofia en la Universidad de La Laguna y autor de libros como “Los OVNIs vaya
timo“, Luces en los cielos. Todo lo que siempre quiso saber
sobre los ovnis. En la actualidad mantiene el blog mihteriohdelasiensa.
Apéndice:
Son numerosas
las ocasiones en todo el mundo en que los lanzamientos balísticos tanto desde
submarinos en alta mar como desde bases aéreas en tierra han producido
espectáculos luminosos en la atmósfera que han sido tomados por extrañas apariciones
o directamente ovnis, con la implicación semántica correspondiente en nuestra
cultura. En España, al margen de los cinco casos canarios citados, destacan los
de fecha:
– 12 junio
1974, observado desde diversas zonas de Cataluña (La Vanguardia Española Barcelona,
13-6-1974:
http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1974/06/13/pagina-6/34248246/pdf.html?search=OVNI).
– 21 marzo
1989, observado desde el Mediterráneo Occidental y provocado por el lanzamiento
de un misil balístico S-3 desde el Centre Essais Landes
(http://serge.bertorello.free.fr/ovni/ovni.html).
En otras
partes del mundo, merecen la pena ser recordados episodios como:
– El ovni en
forma de medusa de Petrozavodsk (la capital de Carelia), el 20 de septiembre de
1977, en realidad subproducto del lanzamiento del satélite soviético Kosmos-955 desde
el cosmódromo de Plesetsk (http://debunker.com/texts/soviet.html;
http://www.jamesoberg.com/ufoosm-petrozavodsk.PDF;
http://www.escepticos.es/node/3488).
– El
misil Minuteman III observado el 19 de septiembre de 2002 desde Simi
Valley, California: http://youtu.be/_6Uibqf0vtA
– El
cohete Progress M-03M lanzado desde la estación espacial de Baykonur
el 14 de octubre de 2009. Unas bonitas fotografías pueden contemplarse en estos
enlaces:
http://www.energia.ru/rus/iss/iss21/progress-m-03m/im/photo_10-15-07.jpg
http://www.energia.ru/rus/iss/iss21/progress-m-03m/im/photo_10-15-08.jpg
http://www.energia.ru/rus/iss/iss21/progress-m-03m/im/photo_10-15-09.jpg
– Y el más
reciente: el lanzamiento fallido del cohete ruso Bulava observado
desde Escandinavia, el 9 de diciembre de 2009, que hizo correr ríos de tinta en
la prensa digital mundial: http://tinyurl.com/bulavaenglish
Notas:
[1] El más
popular fue el 22/6/76, cuando un médico de Gran Canaria interpretó un fenómeno
semejante a éste como si se tratara de una nave esférica de 30 metros de
diámetro dentro de la que se hallaban dos entidades antropomorfas de tres
metros de altura. Véase:
http://es.scribd.com/doc/225659885/La-verdad-sobre-el-caso-22-6-76-Islas-Canarias
[2] Véase
“Meteoros con ventanillas”. Manuel Borraz, 1990. Accesible en este enlace:
http://es.scribd.com/doc/67067923/Meteoros-con-ventanillas
Referencias:
El Día (Santa
Cruz de Tenerife), 23-11-1974, portada.
La Tarde (Santa
Cruz de Tenerife), 23-11-1974, portada.
El Eco de
Canarias (Las Palmas de Gran Canaria), 24-11-1974, p. 24.
El Día (Santa
Cruz de Tenerife), 24-11-1974, p. 8.
La Provincia (Las
Palmas de Gran Canaria), 24-11-1974, p. 22.
La Provincia (Las
Palmas de Gran Canaria), 1-12-1974, p. 20.
La Tarde (Santa
Cruz de Tenerife), 12-12-1974, p. 24.
Jornal de
Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974.
Diário de
Notícias (Funchal, Madeira), 23-11-1974, portada y p. 3.
Diário de
Notícias (Funchal, Madeira), 24-11-1974, portada y p. 11.
Ballester
Olmos, V. J. y Campo, R. (2001). “¡Identificados! Los OVNIS de Canarias fueron
misiles Poseidón”. En: Revista de Aeronáutica y Astronáutica, 701, marzo,
pp. 200-207. Accesible en: http://tinyurl.com/meybrhu
Borraz,
Manuel (1992). Los gigantes de Gáldar y los avistamientos canarios. Monografía
1 Cuadernos de Ufología, Santander. Accesible con una introducción de R.
Campo para la versión digital en esta dirección: http://www.ikaros.org.es/galdar.pdf
Si tienes un
artículo interesante y quieres que lo publiquemos en Naukas como colaborador
invitado, puedes ponerte en
contacto con nosotros.
El complejo
«ovni de los Pirineos»
Aquella noche
-todavía no sé por qué- me asomé al balcón. Y quedé desconcertado. Allí, en
mitad del cielo, aparentemente sobre la ciudad de Bilbao, flotaba una serie de
estelas, «nubes» o manchas luminosas de proporciones gigantescas.
Eran las diez y media de la noche del 12 de junio de 1974.
Permanecí largo rato contemplando el hermoso e intrigante fenómeno. Y poco a
poco, aquellas formaciones luminosas fueron disipándose.
¿Qué había sucedido?
Mi primera deducción fue quizá la de casi todos aquellos que llegaron a
contemplarlo: «algo» había hecho explosión a gran altura... ¿Un satélite?
Esa
misma noche inicié las primeras averiguaciones. Los diferentes aeropuertos con
quienes consulté -Bilbao, Madrid y Zaragoza- no tenían noticia de siniestro
alguno en relación con aviones civiles o militares. Había que descartar, por
tanto, este tipo de aparatos. Mis posibles dudas en este sentido terminaron por
borrarse cuando, precisamente al llamar a los aeropuertos en cuestión, me
confirmaron que allí también se había visto -y se veía aún- el extraño «asunto»
de las estelas luminosas.
Teniendo en cuenta las distancias que separan Bilbao de Zaragoza y Madrid,
ningún «caza» o avión civil hubiera sido visto simultáneamente en los tres
puntos.
Ni el más
grande de los reactores actualmente en funcionamiento -el Jumbo-, con
sus 98 metros, hubiera podido ser visible a un mismo tiempo desde las tres
ciudades mencionadas. (Véase láminas en color, fotografías 43 y 44.)
> La
impresionante estela del "ovni de los Pirineos" desde Barcelona.
Obsérvese su poco parecido con la observada en Huesca y Vizcaya.
¿Un cohete
francés?
Pero,
conforme fui profundizando en las investigaciones, el problema se hizo más
difícil y apasionante.
Al día siguiente,
decenas de llamadas bloquearon la centralita del periódico donde trabajaba en
aquella época. Eran llamadas procedentes de todo el País Vasco, de Navarra,
Asturias, Valladolid, Santander y un largo etc. El asunto se complicaba...
Por otros
canales supe también que el fenómeno había sido visto y fotografiado desde
Cataluña y Baleares. ¡Y era exactamente el mismo que miles de ciudadanos habían
contemplado desde la zona donde yo residía...!
¿A qué altura se había registrado entonces? Y lo más intrigante: ¿de qué se
trataba exactamente?
Pero mi
desconcierto llegó a límites preocupantes cuando, guiado por una «corazonada»,
decidí llamar esa misma mañana a Galicia: ¡Allí también había sido visto!
Hice lo
propio con Andalucía y Canarias, pero en estas regiones los
resultados fueron negativos.
El tema quedaba centrado, en principio, a toda la zona norte de la Península
Ibérica, incluyendo el Centro, Aragón y buena parte de la costa de Levante.
Demasiados kilómetros, como puede comprobarse, como para pensar en la explosión
de un avión.
A
las pocas horas -y ante el revuelo producido por la noticia- «fuentes
oficiales» aseguraron que todo se debía a un cohete meteorológico francés. El citado
Servicio Meteorológico Francés -afirmaron- hizo explosionar un cohete
portasatélites, tipo Veronique, que al parecer había escapado al
control y se dirigía hacia el espacio aéreo español. Ante los posibles riesgos,
el cohete fue desintegrado en la atmósfera por un sistema de radio.
La hipótesis
no era mala. Al contrario. Y todos nos tranquilizamos. Aquel inevitable
pensamiento de un ovni que hubiera estallado a gran altura fue casi olvidado..
.
Ese mismo día
13, y en conversación telefónica con mi buen amigo Antonio Ribera, pionero
español en la investigación ovni, recibí nuevos datos sobre el fenómeno.
He aquí un
documento único, y que ofrezco en primicia, correspondiente a la primera fase
del fenómeno llamado "ovni de los Pirineos". Ésta y la siguiente
fotografía fueron tomadas por Pedro Moliner Pallarés, vecino de Huesca. Un
disco de gran luminosidad -que aparece en la cabeza de la estela- surgió en el
cielo. En primer plano, los árboles existentes en el lugar desde donde fueron
hechos las fotografías, en la mencionada ciudad de Huesca.
Según Ribera,
era muy probable que se tratase, efectivamente, de un cohete meteorológico
francés -quizá el Veronique- que hizo explosión a gran altura. Este
tipo de cohete alcanza hasta 28 kilómetros por segundo y lleva en su interior
una carga de sodio. Esto, unido al hecho de que la explosión tuvo lugar en los
momentos en los que el Sol incidía todavía en esta cara del planeta, pudo
ocasionar aquellas bellas irisaciones en la ionosfera.
Para Ribera,
sin embargo, no todo quedaba explicado con el cohete galo. En mitad de la gran
mancha se había visto y fotografiado un punto luminoso de gran potencia. Cuando
le pregunté sobre este asunto, Antonio me comentó que tampoco le encontraba
respuesta.
Tras la
aparición del disco, se registró una especie de explosióny miles de oscenses
pudieron contemplar la estela que aparece en el grabado de Pedro Moliner
pallarés. Las fotografías fueron hechas con una cámara Kodak Retinette 1-A, con
un objetivo Schneider-Kreunach, sin trípode y en exposición. (La estela aparece
algo movida). Al fondo aparece la sierra de Gratal, situada a unos 20
kilómetros de Huesca.
Mis dudas
«Algo» me
seguía diciendo que «aquello» no era fruto tampoco de la explosión de un
cohete. Tanto Ribera como los especialistas en cuestiones meteorológicas me
confirmaron que las dimensiones normales de un cohete de sodio no sobrepasan
los seis u ocho metros de longitud.
Era muy
difícil imaginar que un artefacto de tan reducido tamaño pudiera haber sido
visto al mismo tiempo desde zonas tan separadas entre sí como La Coruña,
Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia, Zaragoza... y ¡Oslo!
Meses
después, y ante mi asombro, Sebastián Fontrodona -un excelente especialista en
temas astronómicos y de astronáutica- comunicaba a la revista Karma 7
que en un viaje por tierras noruegas había tenido la oportunidad de saber que
el «fenómeno» del 12 de junio había sido visto igualmente por los científicos
de los países escandinavos. Así se lo ratificaron en Oslo.
< Otra
imagen de la famosa "estela" del "ovni de los Pirineos",
esta vez tomada desde Sestao, en Vizcaya, por el fotógrafo profesional Ramón
Bernardo, que se encontraba en su domicilio. La imagen fue hecha sobre las 10
de la noche. Esta "estela", como resulta fácil de comprobar, poco o
nada tiene que ver con la aparecida sobre Huesca. En la zona inferior de la
fotografía pueden verse las chimeneas y el humo y vapor que arrojan los Altos
Hornos de Vizcaya. Este detalle ratifica lo manifestado por el director de la
Escuela de Náutica, que vio el fenómeno a baja altura. Esta zona, además,
corresponde a la señalada por el señor Uribe-Echebarría.
Aquellos
astrofísicos y meteorólogos le explicaron también que el fenómeno era
perfectamente explicable. He aquí la versión escandinava: tanto los rusos como
los norteamericanos han situado en órbitas terrestres infinidad de satélites
artificiales (en 1974 podían girar alrededor del planeta unos 3000 ingenios de
este tipo).
Es un
«secreto a voces» que algunos -bastantes- de estos satélites eran y son
portadores de cabezas nucleares.
Pues bien,
según los noruegos, el objeto que dio lugar al luminoso y espectacular
fenómeno del verano de 1974 no fue otra cosa que uno de estos satélites «salido
de madre», es decir, de órbita.
Los científicos escandinavos explicaron a Fontrodona que, cuando esto ocurre,
los controles existentes en tierra detectan automáticamente el hecho y se
procede a la autodestrucción del satélite y, consiguientemente, de la cabeza atómica
que encierra. El resultado es tan espectacular como inofensivo...
El satélite, de no haber sido desintegrado, hubiese caído quizá en el océano
Atlántico, a la altura de los paralelos de Londres y París.
La explicación tampoco era mala...
Pero siguieron apareciendo «puntos oscuros».
Primero la
estela
He seguido
investigando el caso -y aún sigo recogiendo testimonios por muchos lugares por
donde paso- y todos desembocan en un hecho concretísimo e importante: «primero
fue vista una estela. Después sobrevino la explosión...».
El señor
Francisco Huertas Ripoll, por ejemplo, uno de los miles de personas que
observaron el fenómeno desde Valencia, explicó textualmente a Karma 7:
«Sobre el
fenómeno ocurrido el 12 de junio, deseo comunicarle que fue perfectamente
visible desde Valencia capital. Vi surgir desde el horizonte una estela
anaranjada, con dirección este-oeste, que se incrementaba tanto en
longitud como en altura a gran velocidad y pensé en aquellos instantes que se
trataba de un avión cuya estela anaranjada era el producto de la incidencia
sobre ella de los rayos solares, pero súbitamente la estela se detuvo en una
explosión y apareció con un movimiento en espiral ascendente hasta
desaparecer.»
Veamos otro testimonio, esta vez desde Barcelona:
«Me encontraba ese día en un terreno que poseo en Piera, provincia de
Barcelona; había llegado por la mañana junto con mis padres, para pasar el
resto de la semana de camping (hay una caseta donde se puede dormir). Al
anochecer, puesto ya el sol y por detrás de la sierra, que formando parte de
los Bruchs, se extiende hacia el sur, veo surgir una estela de avión (ésta es
mi primera impresión) de color naranja y que avanza en dirección de Lérida a
Barcelona, o sea de oeste a este. En seguida me llama la atención la
rapidez de su desplazamiento, sensiblemente mayor que la de un avión, y llamo
la atención de mi padre que también se pone a observar el fenómeno. Pocos
segundos después, cuando la altura de la estela sobre el horizonte no era muy
grande (el fenómeno podía observarse de frente), ésta sufrió una apreciable
desaceleración al mismo tiempo que emprendía un movimiento en espiral; las
espirales eran pequeñas (como dos o tres grosores de la estela) y sólo fueron
dos o tres, a lo sumo cuatro; seguidamente explosionó, hubo una expansión de
¿gases? luminosos que formaron una bola o burbuja y el fenómeno quedó fijado o
inerte; una estela luminosa color naranja con una bola gaseosa-luminosa de
colorines en su término.
»Miro el
reloj: son las 9.35 de la noche. A partir de aquí, se observa claramente que
las variaciones en el aspecto del fenómeno son producto de las interacciones
atmosféricas o estratosféricas que van modelándolo, deformándolo y
deshaciéndolo. La bola-burbuja va expandiéndose lentamente y adquiriendo las
variadas formas y colores por todos observados, la estela se deforma poco a
poco adquiriendo su aspecto zigzagueante que va aumentando progresivamente.
Cuando el fenómeno deja de verse en Piera, son las 9.55. Total, 20
minutos. Al final, la bola, que en principio estaba baja en el horizonte, se observa
casi en el cenit y la estela relativamente corta al comienzo (al menos
visualmente, por efecto de la cordillera del horizonte) tenía finalmente
proporciones gigantescas. Los restos luminosos del fenómeno, habían seguido
desplazándose pues, hacia el este.»
Alejandro
Martínez Torra, autor de este valioso documento, prosigue más adelante:
«Hay otra
circunstancia que puede ser importante y que paso también a relatar por si
pudiera tener alguna conexión con la temática ovni. El día 20 de julio (se
refiere al mismo año) y desde el mismo lugar de la observación anterior, al anochecer,
veo por el oeste a la misma altura del fenómeno del 12 de junio, una pequeña
estela, esta vez colocada en dirección de sur a norte y que es también de color
naranja. En este momento estaba regando, pienso: "estela de avión,
iluminada por el sol" (recién puesto y sigo con mi trabajo); segundos
después al mirar otra vez hacia el cielo en espera de ver el trazado de la
estela, me encuentro con que ésta no había aumentado de tamaño y que, además,
había cambiado de posición. Miro el reloj y son las 9.35, la misma hora del
fenómeno anterior. Desde este momento no pierdo de vista la pequeña línea
luminosa, que sin cambiar en ningún momento de tamaño o color, desaparece por
el norte por detrás de los Bruchs. La trayectoria desde su aparición por el
oeste, hasta su desaparición por el norte, duró 5 minutos aproximadamente; de
1,5 a 2 diámetros lunares. Por delante era más luminosa que por detrás...»
> En Palma
de Mallorca, y en aquel famoso atardecer, otro testigo vio también junto a la
gran "estela" un objeto volante no identificado. En carta abierta a
la revista Karma 7, José Galiano Sánchez decía textualmente: "Desde la
azotea de mi casa vi el fenómeno, pero absorto en lo espectacular del mismo no
observé hasta el último momento el ovni, mi ovni le llamo, pues no he sentido
ningún comentario al respecto. Posteriormente confirmó mi visión un
automovilista que resultó ser un buen amigo y que en carretera lo vio."
Este hecho complica aún más la situación.
Desde
Mallorca: oeste-este
El testimonio
del vecino de Barcelona se vio refrendado también por la carta de Ramón
Matamalas García, desde Palma de Mallorca. Así escribía Matamalas a Karmn. 7:
«Muy señor
mío: Contestando al ruego de su revista (número 23), sobre el sentido de la
dirección del ovni de los Pirineos -12 de junio de 1974-, debo comunicarle que
efectivamente desde el lugar de mi observación, km 44 de la carretera de Palma
a Manacor (Mallorca), el sentido de la dirección del fenómeno fue
aproximadamente de oeste hacia el este, por lo que estoy de acuerdo con D.
Alejandro Martínez Torra (Piera, Barcelona).
»Interrogados
varios conocidos míos que desde diferentes lugares de Mallorca también
observaron la estela y globo luminoso, asimismo me han confirmado el sentido de
la dirección oeste-este...»
Desde Soria:
luz azulada
Y aunque los
testigos que he podido reunir hasta hoy harían interminable este caso, quiero
referirme a aquellos que, por sus características y la situación geográfica de
los testigos, «complican» mucho más el misterioso hecho.
Ese mismo
anochecer, Valentín Laorden García, inspector de Policía, circulaba en
automóvil por la carretera que une Renieblas con Soria. Le acompañaban su
esposa, un hermano y su cuñado.
«Creo que
estábamos por el kilómetro 8 y pico -me explicó el inspector- cuando vimos
aquella luz azul. Regresábamos a Soria y eran los momentos de la puesta de sol.
»Bajamos
todos del coche y nos quedamos observando. En dirección Norte -como hacia el
puerto de Piqueras- vimos una luz azulada muy brillante. Era circular y dejaba
una estela fija y rectilínea. Me recordó las estelas de condensación de los
aviones, pero con un detalle anormal: no había separación entre dicha estela y
el disco azulado. Tú sabes -me dijo- que en nuestros reactores, cuando dejan
estela, se aprecia un pequeño espacio "en blanco". La estela de los
aviones no se presenta nunca pegada a los motores. Aquí, en cambio, sí. Todo
era un mismo cuerpo...
»Por
supuesto, aquella luz azul se desplazaba a una enorme altura. Extendiendo el
brazo, el disco tendría unos cuatro centímetros de diámetro. Seguía una línea
totalmente recta hasta que, de pronto, comenzó a hacer unas espirales. Giró y
giró y la luminosidad aumentó extraordinariamente.
»Después se produjo como una explosión y la estela duró hasta las once de la
noche.»
Cuando
pregunté a Valentín Laorden sobre la altura a que podía volar el artefacto,
éste respondió que -como mínimo- a 40 000 metros, aunque podía estar mucho más
arriba...
Madrid:
ascensión vertical
Esa misma
tarde, justamente en la puesta de sol, dos pilotos españoles que se dirigían a
pie hacia su avión, en el aeropuerto de Madrid-Barajas, quedaron sorprendidos
al ver salir -en vertical- y por detrás de la sierra, un extraño objeto.
Los pilotos
-con quienes sostuve una larga entrevista- me explicaron que el objeto se elevó
a gran velocidad, perdiéndose en el espacio. Al poco observaron la gran estela
luminosa en el cielo...
Baleares:
alteraciones electromagnéticas
El asunto se
complica mucho más cuando vemos aparecer los testimonios de los oceanógrafos españoles
que se encontraban aquella tarde a bordo del buque C. de
Saavedra, del Instituto Español de Oceanografía.
José Ramón de
Andrés Alonso, geólogo y oceanógrafo, me explicó lo ocurrido cuando el citado
buque permanecía a unas 60 millas al sur de la isla de Mallorca:
"... Se
habían dejado algunas antenas en Ibiza y Formentera. Son aparatos que sirven
para determinar la situación del buque. Desde el barco se envían unas señales
determinadas y las antenas las rebotan. Pues bien, aquella tarde, y coincidiendo
con la aparición en el cielo del extraño fenómeno, el llamado sistema de
posicionamiento empezó a sufrir interferencias y alteraciones inexplicables. Es
muy extraño que ocurran y lo más sospechoso es que empezaron cuando apareció el
fenómeno...»
En aquel
buque navegaban un total de 40 personas, la mayor parte, como digo, geólogos y
expertos en oceanografía. Es decir, personal altamente cualificado. Y todos
fueron testigos del misterioso «objeto» que irrumpió en el espacio.
Santander:
ascensión en vertical
Otro testigo
de excepción -Gonzalo García Salomón, que viajaba en su automóvil- me contó lo
siguiente:
-En aquellos
momentos bajábamos Los Tornos. Y paré el coche: ante mi sorpresa y la de las
cuatro personas que me acompañaban, habíamos visto ascender en vertical un
objeto de aspecto metálico. Serían entre las cinco y media y las seis de la
tarde. Recuerdo que el día era precioso. Soleado. Estaríamos quizá en mitad del
puerto. Y lo más increíble es que el objeto, que ascendió desde tierra, dejaba
una estela en forma de «rizo».
-¿Qué forma tenía el objeto?
-No podría precisar. Lo vimos subir a una velocidad vertiginosa. Y se perdió en
vertical en el cielo. Lo que sí quedó fue aquella estela doble. Nos impresionó
también el brillo metalizado del objeto. Era insoportable...
-¿Estás seguro que se hallaba posado en tierra?
-Bueno, eso no sabría precisado. Lo que sí vimos todos era cómo subía en
vertical. Lo probable es que estuviera en el suelo o muy cerca de él. Tenía un
tamaño más o menos parecido al de un avión comercial.
-¿Hubo ruido?
-No, nada. Lo que nos llamó la atención fue que aquella misma estela salió
después en el diario Alerta de Santander. Era lo mismo que habíamos
visto nosotros.
Valencia:
proyectó un cono de luz
En otra de
mis investigaciones, y mientras conversaba con el comandante Manuel Barreiro,
de la compañía Iberia, surgió el tema del «ovni de los Pirineos». El piloto
también lo había visto cuando se disponía a tomar tierra en el aeropuerto de
Valencia. En aquellos momentos se hallaba a unos 500 pies del suelo y a unas
dos millas de la pista. Y según me comentó Barreiro, otro comandante, cuyo
nombre no recordaba en aquellos instantes, vio mucho más:
«... Me contó
-explicó el piloto- cómo vieron en el cielo, a mucha altura, una luz que
parecía venir del otro hemisferio. Se encontraba, por supuesto, mucho más alta
que el avión que pilotaba este comandante. Y de pronto, la luz empezó a hacer
un movimiento de zigzag para terminar en una serie de espirales. Pero ahí no
terminó la cosa...
»Los pilotos
vieron también cómo aquel objeto proyectaba un foco de luz y en el mismo
sentido de la marcha. Poco después se produjo una especie de explosión y
apareció la gran nube.»
Portugalete:
a 500 metros de altura
Uno de los
testigos que mejor apreció el «fenómeno» -suponiendo ya que se trate del mismo
asunto- fue el entonces director de la escuela de náutica de Portugalete, Jesús
Uribe-Echebarría.
-Era, poco
más o menos, el momento del ocaso. Venía paseando desde Santurce y nos
encontrábamos ya muy cerca del edificio de la Escuela de Náutica cuando -de
este a oeste- vi aparecer por el horizonte lo que, en un primer momento, me
pareció una «canastilla» como la de los fuegos artificiales.
-¿En qué dirección dices que volaba el objeto?
-Lo vi aparecer a muy baja altura sobre los montes que se levantan por detrás
de Lejona y se dirigía hacia el Abra. Es decir, de este a oeste. Pero, conforme
se fue aproximando, vi que se trataba de una luz rojiza. Y en cuestión de
segundos -no creo que pasasen más de seis o siete-, «aquello» se situó en la
vertical del puerto y comenzó a hacer espirales. Y se formó una nube
multicolor: con tonalidades rosadas, verdes, anaranjadas...
-¿A qué altura podía estar el objeto?
-Estoy completamente seguro que a unos 500 metros sobre el agua.
-¿Sólo a 500 metros?
-Sí. Y te diré más: su trayectoria era perfectamente paralela al suelo. En
ningún momento ascendió.
Esta
entrevista, que fue realizada en presencia del capitán de la marina mercante,
Rafael Mazas, y del fotógrafo profesional Francisco Gras, me ha hecho
reflexionar profundamente sobre el célebre «ovni de los Pirineos». Si el
director de la escuela de Náutica, profesional de la navegación y acostumbrado
a la observación de los cielos, nubes y a los más complicados cálculos
matemáticos, está seguro que aquel objeto se encontraba a unos 500 metros sobre
el suelo cuando llegó a la vertical del Abra bilbaíno, es que realmente estaba
a esa altura. No hay duda. Pero entonces, ¿ante qué clase de fenómeno nos
encontramos?
El director
de la Escuela Náutica de Portugalete. Jesús Uribe-Echebarría, realizando un
esquema del fenómeno que vio en el atardecer del 12 de junio de 1974.
Ni cohete ni
satélite
Llegar a una
conclusión fría y acertada sobre el mal llamado «ovni de los Pirineos» me
parece un empeño poco menos que imposible. Y mucho más cuando uno va analizando
los diferentes testimonios. Reconozco que lo más «cómodo» hubiera sido aceptar
la «explicación oficial». Pero eso, en mi opinión, no habría sido honrado. El
«fenómeno» -eso salta a la vista- fue mucho más complejo que el estallido de un
modesto cohete meteorológico francés...
Al poner en
marcha el presente trabajo de recopilación y selección de fotografías sobre
ovnis en todo el mundo le pedí nuevamente a Antonio Ribera que me diera su
opinión en relación al viejo asunto. Y ésta fue su respuesta:
«El
llamado ovni de los Pirineos -dice Ribera- se trataba de una estela
de bario (no sodio), creada a consecuencia de una fuga incontrolada de un
cohete meteorológico francés lanzado desde la Estación de Las Landas. Por
aquellos años se hacían pruebas (hoy abandonadas) de creación de nubes de bario
en la ionosfera, a fin de estudiar por telemetría la expansión de dicho gas. En
el cohete que nos ocupa (visto desde Galicia a las Baleares; de ahí que el
fenómeno no podía estar a una altura menor de 80 kilómetros) el gas se liberó
antes de tiempo, produciendo aquel bello espectáculo. Según datos facilitados
por don José Mª Oliver, presidente de la Agrupación Astronómica de Sabadell, citando
fuentes oficiales».
Siento no compartir la opinión de Ribera.
Si el fenómeno se hubiera debido a un fallo en un cohete meteorológico
-posiblemente del tipo Veronique-, ¿cómo explicamos ese «disco» que
fue observado antes de la «explosión»? Está claro que, dada la formidable
altura a que debía haber estallado el supuesto cohete, nadie, desde el suelo,
hubiera podido ver la forma o la estructura física del proyectil. Entre otras
razones, porque un cohete de esta naturaleza sólo alcanzaba los seis u ocho
metros de longitud. Hagamos una comparación muy simple. Todos hemos visto
alguna vez un avión comercial en vuelo. Cuando estos aparatos -de unos 40
metros de longitud- cruzan nuestros cielos a nivel normal de crucero (entre 8
000 Y 10 000 metros), un observador situado en Baleares podrá verlo a simple
vista si el reactor sobrevuela la vertical o una zona próxima al testigo. Pero
ese Caravelle o DC-9 o incluso un Jumbo, con sus 98 metros
de longitud, jamás podrán ser divisados a un mismo tiempo desde Cataluña,
Aragón, Santander, Galicia y Baleares.
> Aquí
vemos los restos de un cohete, en el momento de la separación del resto de la
nave. Estas reentradas de chatarra espacial en la atmósfera terrestres nada
tienen que ver con lo observado en la tarde del 12 de junio de 1974 en buena
parte de España.
En el caso
del «ovni de los Pirineos», sin embargo, no ocurrió así. Pero entonces, ¿a qué
altura debería haber estado el supuesto cohete meteorológico francés para ser
visto simultáneamente en ciudades tan alejadas como Palma de Mallorca, La
Coruña y Oslo?
Hagamos un
cálculo matemático. Si la distancia, en línea recta, entre Oslo y Palma es de
unos 2.400 kilómetros y suponiendo que el fenómeno se hubiera producido
justamente sobre un punto medio entre ambas poblaciones (1200 km.), para un
observador situado en cualquiera de las dos ciudades y que hubiera visto el
cohete con un ángulo de 20 grados, aquél habría estado a 436 kilómetros de
altura. Si los observadores lo hubieran contemplado con un ángulo de 30 grados,
el fenómeno habría que haberlo ubicado a 693 kilómetros de altitud. Con un ángulo
de 60 grados, el objeto se habría hallado a la friolera de 2078 kilómetros. Y
así sucesivamente...
Si tenemos en
cuenta que la ionosfera -en la que se pretendía crear la nube de bario- se
extiende entre los 60 y los 220 kilómetros de altitud (región D ionosfera: de
60 a 85 kilómetros; mesopausa: de los 85 a los 170 kilómetros; región Fl
ionosfera: de los 170 a los 220 kilómetros), está claro que «lo observado» en
aquella fecha no podía tratarse de un cohete meteorológico. Por muy francés que
fuera...
Con un ángulo
de observación de 10 grados (prácticamente a ras del horizonte), el objeto se
habría encontrado a 212 kilómetros de altitud. Pero no es este el caso del
«ovni de los Pirineos».
¿Fue un satélite
desintegrado?
Algunas
personas, entre ellas los mencionados científicos de Oslo, afirmaron que pudo
tratarse de un satélite artificial, desintegrado por rusos o norteamericanos.
Vayamos paso a paso...
1. Mientras
algunos testigos observaron el fenómeno de este a oeste, otros lo vieron
desplazarse al contrario: de oeste a este. Esto complica muy seriamente la
posibilidad de que se tratase de un satélite. ¿O es que ese día -y a la misma
hora- se salieron de órbita dos satélites artificiales que desarrollaban
órbitas contrarias?
Me parece excesiva casualidad...
2. Los testigos, desde puntos diferentes, coinciden en algo vital: primero vieron
la estela. A continuación la espiral ascendente y, por último, la
explosión.
Tres «fases» perfectamente diferenciadas y que colocan a la hipótesis de un
«satélite desintegrado» en una posición muy difícil...
Concediendo
que se tratase de un único objeto -concedamos igualmente que fuera un satélite
artificial humano-, todos sabemos que estos artilugios giran alrededor de la
Tierra, a partir de órbitas que nunca son inferiores a los 160 o 180
kilómetros. Y aquí empiezan los problemas para el supuesto «satélite».
Para empezar,
ni los rusos ni los norteamericanos son tan poco «cuidadosos» como para situar
un satélite «asesino» -portador de armas atómicas- en órbitas tan próximas a
las altas capas de la atmósfera como para que el rozamiento con aquéllas
termine por hacerlo caer... No perdamos de vista que en 1957, el primer
satélite artificial -el famoso Sputnik- llevaba un perigeo (distancia
mínima a la Tierra) de 227 kilómetros. A pesar de ello, la antigualla espacial
rusa dejó de existir a los tres meses justos de su lanzamiento (4 de octubre-4
de enero).
Por supuesto,
a esas alturas «astronómicas» no hay satélite artificial que pueda ser divisado
desde Barcelona, Valencia o La Coruña.
Por otra
parte, si la URSS y los EE.UU actúan siempre con un máximo de precisión en
todos y cada uno de sus lanzamientos espaciales, ¿qué podemos pensar de la
puesta en órbita de satélites «especiales», como es el caso de los militares?.
El
lanzamiento de estos ingenios -sean o no «asesinos»- supone miles de millones
de dólares. No creo, por tanto, en esas «caídas casuales y periódicas» de que
hablan los científicos noruegos. Puede suceder, naturalmente, que alguna vez
-muy pocas- un satélite artificial portador de cabezas nucleares sufra un
percance y tenga que ser desintegrado por elementales razones de seguridad. Sin
embargo, no creo que fuera este el caso del 12 de junio de 1974. El
razonamiento es bastante pueril:
Si los
controles de tierra detectan en un momento determinado una anomalía lo
suficientemente grave como para tener que explosionar uno de estos satélites,
lo lógico es que la detonación sea fulminante. En ese caso, ni los latinos ni
los escandinavos llegaríamos a observar dicha desintegración. Con suerte -y si
el satélite es medianamente grande- quizá acertásemos a ver algunos de sus
restos entrando incandescentes en la atmósfera. Pero eso sería todo.
Y yo
pregunto: ¿qué tiene que ver una de estas típicas reentradas de chatarra espacial
en nuestra atmósfera con lo observado en el atardecer de junio de 1974? ¿Desde
cuándo un satélite artificial -que se supone está cayendo- se detiene, dibuja
una serie de espirales ascendentes y estalla? (Suponiendo que esa
última «fase» fuera una explosión.)
Si el
supuesto satélite caía herido de muerte hacia tierra, lo habitual es que fuera
dejando una estela de fuego, pero nunca un trazo perfecto y rectilíneo, como el
observado aquel día. Sin mencionar, claro, esa palpable «desaceleración»
experimentada por el objeto, tal y como relató el testigo de Piera.
En resumen -y
aunque sigo reuniendo importante información- creo que la teoría de un satélite
artificial desintegrado a distancia carece de base.
Por otra
parte, si se trató de un único fenómeno -y puesto que conocemos las posibles
alturas a que podía hallarse el artefacto-, también es posible averiguar las
dimensiones del mismo, de acuerdo con las diferentes altitudes. Teniendo en
cuenta que una luz del tamaño de un punto se aprecia en un arco de 5 minutos,
la tangente 5' de arco -en radianes- supone 0.0835267 (como constante). Pues
bien, con esa constante, si el objeto fue divisado con un ángulo de 10 grados
-a 212 kilómetros de altura-, su envergadura tenía que ser de 18 kilómetros. Si
estaba a 437 kilómetros, el artefacto debía tener 36 kilómetros. Si se hallaba
a 693 kilómetros de altura, su envergadura habría sido de 58 kilómetros y, por
último, si estaba situado a 2078 kilómetros de altitud, el «monstruo» hubiera
tenido 174 kilómetros...
Por supuesto,
y mirándolo desde cualquier ángulo, demasiada envergadura para un satélite
artificial.
¿Uno o varios
objetos?
¿Qué pudo ser
entonces el famoso «ovni de los Pirineos»?
La respuesta,
como digo, no es fácil. De lo que sí estoy seguro es que no se trataba de un
cohete meteorológico, ni tampoco de un satélite explosionado en el espacio y
mucho menos de un meteorito.
Es más. A la
vista de los informes, dudo incluso que se tratase de un único objeto.
Si hubiera
sido un solo artefacto, y puesto que fue visto desde puntos tan alejados como
Palma, Oslo, Madrid y La Coruña, ello quiere decir que debía encontrarse a una
tremenda altura y que su envergadura debía ser igualmente monstruosa. Esta
posibilidad, además de anular las teorías de un satélite artificial y de un
cohete, se presenta abiertamente en contra de lo manifestado por los testigos.
Recordemos que en Santander vieron ascender un objeto; que en Portugalete
sobrevoló la zona a 500 metros de altura; que en Madrid-Barajas fue visto
ascender igualmente y que tanto en Cataluña como en Baleares llevaba
trayectorias opuesta (sin olvidar el foco luminoso que vieron los pilotos y que
proyectaba el objeto en el mismo sentido de su marcha).
Si tenemos en
cuenta, además, que no todas las observaciones se registraron a la misma hora,
parece muy probable -esta es mi opinión- que fueran varios los objetos que se
presentaron aquella tarde sobre los cielos.
Varios
objetos que desplegaron movimientos parecidos y que quizá remataron sus
evoluciones con «algo» que nosotros interpretamos como una explosión. Pero,
¿cómo podemos estar seguros que se trató en realidad de una explosión?
En este caso, lógicamente, se habrían producido varias «estelas» y en puntos lo suficientemente alejados entre sí como para identificadas siempre con un único fenómeno.
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